viernes, 31 de agosto de 2012

Algo está cambiando en Disney ( por fin).




Como romántica empedernida soy fan incondicional de todas las películas Disney que marcaron mi infancia y primera adolescencia. Muy especialmente de la Bella y la Bestia, mi preferida. Me resultaba -hasta un pasado relativamente cercano-, muy tentadora y bonita la idea de que la fuerza del amor de Bella transforme a una Bestia y la capacidad ingente de Bella para amar a alguien así.
Me creía el mito de que el amor de una buena mujer cambiar a un hombre. Por difícil y por imposible, emularlo, parece toda una proeza sólo al alcance de mujeres-princesas con una capacidad de amar inconmesurable. Pero es que la capacidad de amar no tiene medida y entonces es cuando “las mujeres amamos demasiado” y consentimos cosas como que nos hagan prisioneras, nos separen de nuestro padre, o nos prohíban ir al ala oeste. Todo ello porque sin duda la bestia es buena y nos ama y nos ha regalado una biblioteca y ha aprendido a usar cubiertos.... Y con la fuerza de nuestro amor y la máxima latina de “amor omnia vincit” -(el amor lo vence todo)- por bandera, nos creemos capaces de propiciar un cambio e instaurarlo como permanente. En poquísimos casos funciona, en todos duele. La moraleja de la película es que no importa el exterior sino el interior -(cancioncilla de amor mediante)-. No obstante, la bestia era desagradable también en su fuero interno; trataba mal a Bella, le gritaba y la sometía dándole ordenes. ¿Cómo se podía cambiar esta situación? Pues a Disney le pareció que no dependía de que bestia hiciera exámen de conciencia, creciera y madurara como persona. Dependía de Bella que la bestia se convirtiera en el príncipe guapo de noble corazón. Me explico, Bella debía amarle, educarle, enseñarle, ser paciente, guiarle, aconsejarle y apoyarle para que con suerte este cambiara y por supuesto mientras tanto debe ir perfectamente arreglada, vestida y maquillada. Cuando llore es mejor que se cubra el rostro porque no queda bonito. Así, si bella es buena chica conseguirá que la bestia cambie y no importa cuanto cueste . -Buena suerte Bellas y vuestra mejor suerte aún sería escaparos a otro cuento.

Me gustó ver las dos versiones de Blancanieves (aunque no fueran Disney) la de Julia Roberts y la de la siempre exhuberante Charlize Theron. En ambas películas, las princesas abandonan el clásico Disney de ser el sujeto pasivo de la relación amorosa que las levanta del suelo como si de un tornado se tratara, engulléndolas con una fuerza tal que sólo pueden sucumbir al amor de ese maravilloso, guapo y rico príncipe que las ama -(por cierto sin conocerlas). Y que tiene para ella reservado: un castillo, un hermoso -y casi siempre blanco- corcel de larga y peinada crin, y toda la riqueza y prosperidad de los reinos de dónde procede. Se celebrarán unas perfectas núpcias y será el perfecto padre de sus perfectos hijos, comerán un opíparo banquete digno del gourmet del Corte Inglés, nunca pelearán y nunca se separarán ni de hecho, ni legalmente.

Hasta ahora, las princesas para conseguir todo eso sólo debían ser guapas, sexys y tener un cándido erotismo. Traduciré, a mi entendimiento: “hacerse las muertas”en todos los sentidos que una mujer se siente viva, en las películas Disney, se hacen las muertas, salvo contadas excepciones (Pocahontas y Brave). La Bella Durmiente es un gráfico ejemplo de cero realización personal. Nace bella y virtuosa, por ser bella es digna de ser amada, se pincha con un huso, se hace la muerta durante años y luego llega el príncipe a salvarla porque es guapa y por tanto digna de ser amada y si nadie la ama es que está en apuros. Mata muchos dragones, se enfrenta a gravísimos peligros, la besa y así despierta a la vida. Sólo con un beso se despierta a la vida, antes estaba muerta. Cuando la besa, el aliento le huele a rosas después de llevar “chorropotrocientos” años dormida. Desde ese besazo de príncipe todo irá a mejor, todo está solucionado, se casará, será una buena esposa y una joven madre. ¿Qué es todo? ¿había decidido la bella durmiente qué hacer con su vida? -No, ¿por qué? -Porque se estaba haciendo la muerta para que el Príncipe la besara y así fueran felices para siempre...
-Bellas Durmientes/ Rapunzeles que esperáis en lo alto de una hermosa torre con rosales en enredadera a que el príncipe venga de muy lejos y asesine esos dragones (complejos, obsesiones, miedos) que hay bajo la torre y que os impiden salir o despertar. Si esperamos al príncipe, moriremos de viejas, es el momento de pelear por nosotras mismas.

¿Cómo va un príncipe de hoy a matar nuestros dragones si en el momento que tiene que dejar la play para ir a hacer la compra en vuestro nidito de amor ya pone mala cara? Luchemos nosotras y ellos que vayan a la suya, ya volverán y sino buena suerte y gracias por participar.

Las princesas de las películas actuales ya no son el sujeto pasivo del complemento agente (Príncipe) que las ama. Ahora, al menos salen del castillo (como la Blancanieves víctima de la bruja Julia Roberts). Si bien el director, no pudo evitar el componente erótico machista de que en mitad de la esgrima el príncipe diera un socarrón “cachetazo” en el culo a Blancanieves que lucía pantalones.
La Blancanieves Kristen Stewart se pasa toda la película con la misma expresión y emulando a Juana de Arco, el factor “y fueron felices para siempre” tan manido en todas las películas de esta temática, simplemente no aparece. Si bien, ella podría haber elegido entre dos pretendientes que se sorteaban su amor, ella no elige a ninguno. Prefiere pasarse toda la película con el pelo sucio y peleando como un hombre porque está sola y no tiene nada que perder sino mucho que ganar.
La archienemiga de “KristenNieves”, la bruja Charlize es el ejemplo del despecho llevado al extremo, el resentimiento y la amargura que conllevan la ansiedad de obligarse a ser “la más bella del reino”. No entiende lo que es el amor porque se excusa con que nunca la amaron, un retrato muy actual de un tipo concreto de mujer de hoy.
Por último Mérida -(Brave, para todos). He aquí una princesa que NO se quiere casar, ama algo: su libertad. ¿Por qué ama su libertad más que a casarse con un noble príncipe y ser felices para siempre? Pero si para siempre es toda la vida y es una garantía sin caducidad...
Mérida es natural, no lleva vestidos incómodos, ni corsés. Le encanta comer pasteles a dos carrillos, montar a caballo, trepar por las rocas, tirar con arco... es autodependiente.

1 comentarios:

Paty Rodríguez dijo...

Julieta... me he puesto a leer tu blog desde el principio. Porque leerte es como leer lo que yo nunca he escrito. Pero somos prácticamente calcadas,... Mi película favorita de Disney también era, hasta hace aproximadamente unos dos minutos, La Bella y la Bestia. Pero como soy mujer que ama demasiado en proceso de desintoxicación me paso al club de Mérida. Y que suenen las gaitas sin parar. Un beso guapa.

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