miércoles, 12 de septiembre de 2012

Quedar con un ex

  Un parque de atracciones de ínfima seguridad

            Centrarse en uno mismo es bastante más difícil de lo que puede parecer. A veces pasa que llevas mucho tiempo centrado en ti mismo y estás tan aburrido que iniciarías una partida de Jumanji.
           Si añadimos exámenes, la reaparición estelar de un ex y que tus ánimos vuelan a ras de suelo tenemos el perfecto combinado explosivo para que pase cualquier cosa y como si fuera una bomba, no sabes qué efectos exactos va a tener.
          
                 Si no has acabado bien y esto es bastante difícil, sino imposible; vives en una eterna carrera con tus ex. Esta carrera consiste en competir sobre quién acaba peor, es bastante destructivo el hecho de que te reconforte que alguien acabe peor que tú, pero la venganza lo es.
               Entonces la hidra de Lerna sobre la que ya escribí te ha vencido y quedas... Ya ha pasado mucho tiempo-(Tolkien lo dataría en la primera Edad de los Hombres o tal vez en el nacimiento de los Ilúvatar)- han pasado muchos años desde que todo acabó mal.
                Con toda esta leche fermentada emocional, quedar con un ex, -(que aún te importa, claro)- es una montaña rusa.
              Cuando vas al parque de atracciones tienes pensado ir para pasártelo bien, para pasártelo tan bien como tú te imaginas. En el mundo real esto se llaman expectativas y son muy traicioneras , peligrosas y una muy mala compañía cuando estás haciendo equilibrios y malabares con tus emociones.
             Mi atracción preferida siempre han sido las montañas rusas; me divierten, me hacen gritar... Es una descarga de adrenalina brutal, es una situación de peligro no controlable que la mayoría de las veces me deja con muy buena sensación. El corazón me late muy fuerte y eso me hace sentir viva, sino me he mareado o no se me ha revuelto el estómago quiero más viajes en la montaña rusa.
             La magia es -(y no me refiero a Hogwarts)- el no saber qué voy a sentir en ese viaje en montaña rusa. Tal vez he viajado muchas veces en montañas rusas distintas y en distintos países. Cada una con un trayecto y velocidad diferente, pero cada viaje es como si fuera nuevo porque no sé qué nuevas sensaciones va a despertar en mí algo ya conocido.
             Para mí la magia,- por seguir con el ejemplo-, de tener un gran amor es esa. Hay grandes amores que son un trayecto recorrido muchas veces, pero que te dan esa sal y pimienta en tu vida que a veces nos hace falta. Algo que veo, -pero no sé ponerle remedio aún-, es que si nos falta, es porque no sabemos dárnoslo nosotros mismos. Proyectamos en el otro -(en este caso un ex)- ese aliciente de vida que necesitamos.
            Si tienes que estudiar y además tienes exámenes o simplemente quieres protegerte porque tienes alguna cardiopatía en sentido literal o figurado; no debes ir al parque de atracciones, ni mucho menos debes montar en la montaña rusa. Aún así, sabiéndolo, lo haces y vas por soberbia. Vas al parque de atracciones relatando en tu cabeza que él te ha dado una invitación, que lo pasarás bien, que será divertido, que no te va costar nada y por último el clásico ¿tienes algo mejor que hacer? ¿estudiar? Por favor, vida sólo hay una...
            
             La cosa es que vas al parque de atracciones con un ex y os subís al carrito para dos de la montaña rusa. Tú, por confiada, te quitas uno de los cinturones de seguridad; -ya has ido en montaña rusa, la seguridad es de novatos y cobardicas- y también lo haces para dar más emoción al trayecto. Os reís mucho, es todo muy divertido, vuelves atrás en el tiempo en plena subida, el viento sopla muy fuerte aumentáis la velocidad...

Tú:
-¿Qué quieres de mí? Necesito saberlo.-Disparas salsa de soja con una pistola de agua a su ropa, (para que no quede violento y todo sea más divertido).

Él:
-No te entiendo, ¡qué bien me lo estoy pasando contigo!

Empiezas a preguntarte por qué demonios llueven serpentinas y confeti ¿de dónde salen? Pero bueno es bonito, aunque la verdad parece que estás en un puñetero anuncio de compresas de onírico que lo ves todo...

-¿Qué pasó con nosotros? ¿lo has pensado alguna vez? -ya estás divirtiéndole otra vez haciendo malabares con pelotas de colores, pero es que no quieres ofender sólo una respuesta del color que sea.

Él:
-Pasó el tiempo y lo he pensado muchas veces...- él sólo tiene un matasuegras y lo sopla patéticamente, al principio sonaba muy bien, luego fue como si se quedara afónico.

Tú:
-¿Qué quieres de mí? No es un reproche pero me hiciste mucho daño, nunca sabrás cuanto, jamás podrás imaginarlo...-Ya no eres dueña de tus manos, con una mano haces malabares con pelotas de colores. Esas pelotas contienen años vividos juntos y emociones. Con la otra mano disparas salsa de soja que te regaló un tal Cupido en un bar, en teoría esa pistola funciona, las manchas de amor son muy difíciles de borrar, difícil no es sinónimo de imposible por desgracia.

Él:
-Quiero verte, no quiero perderte...Quiero seguir quedando contigo, sabiendo de ti...-él se ha cansado del matasuegras, empieza la mirada triste y esa vieja melodía que tocaba con la armónica.

Tú:
-Tienes una novia ¿te va bien con ella? -te sientes un poco mareada, empiezas a preguntarte cuanto dura este trayecto en montaña rusa.

Él:
-Sí, ¡mira! Está justo ahí abajo esperándome, te invité a venir hoy porque ella estaba ocupada en las jaulas de loros. Está enseñando al resto de loros y cotorras a montar en un mini-monociclo para la función del parque, es un puesto muy importante. -Él sigue tocando la armónica, dibuja una mueca que quería ser una sonrisa.

Tú:
-¡Ah! Es que me lo preguntaba por tu insistencia...-Se te ha soltado otro de los cinturones de seguridad, pero aún estás sujeta. Te sientes muy mareada, tu estómago lleno de mariposas está lleno de gusanos de seda. Piensas demandar al tipo que te vendió las mariposas, te dijo que no se convertirían en gusanos.
Después la montaña rusa empieza a darte miedo, las pelotitas de colores con las que hacías malabares con una sola mano te rebotan una a una en la cabeza, te dejan aturdida, se han caído al suelo, las has perdido. Pero piensas que tal vez puedas volver a encontrarlas como siempre.
Aún te queda tu pistola de agua que dispara soja, disparas a bocajarro, se ha roto el tambor y todo el líquido que quedaba se derrama sobre tu cara y tu cuerpo...
       
          Fin del trayecto. Se ha parado el carrito. Él está eufórico, tú tienes muy mal cuerpo estás mareada, tienes ganas de vomitar. Sólo querías pasarlo bien un rato en la montaña rusa y ahora te encuentras mal. ¡Qué fastidio!

Él:
-Lo he pasado bien, me ha gustado este parque de atracciones aún no había ido.-Toca la armónica más fuerte.-Cuando vuelva a tener invitaciones te aviso... ¿Qué tienes en el labio? Estás sangrando, ¿te has dado un golpe?

Tú:
-Estoy bien. -Y el Oscar a la mejor actriz de escenas peligrosas es para...

Él:
-Mejor porque ahora no tenía tiempo de ir a la enfermería, bueno me voy a la jaula de loros que llego tarde.

         Básicamente esta es la montaña rusa en que te subes cuando quedas con un ex, lo bueno es que con los años te quedas menos tiempo buscando pelotitas de colores de recuerdos y emociones del pasado. Al principio, cuando te quedas sola buscando lo que has perdido en el parque de atracciones tienes miedo porque está muy oscuro y todo el mundo se ha ido, pero luego con los años ya no tienes tanto miedo. También estás más acostumbrado a la salsa de soja de la pistola de Cupido el del bar ya ni percibes el olor, es algo que llevas contigo. Ese borracho cree que puede hacer que alguien se enamore de otro alguien con sus pistolitas de agua que contienen soja; sólo funciona una entre diez mil, pero el tipo las vende muy bien.

          El caso es que que te vas herida y/o sangrando a casa. Pero la responsabilidad es tuya, tú elegiste ir al parque de atracciones y montar en la montaña rusa por aburrimiento, por necesidad de emociones. Sólo tú eres culpable y no hay nada que fastidie más a un incauto que no poder culpar a nadie.

         Con los años me están gustando menos estas “montañas rusas” y las heridas y golpes que me hago en ellas. Cada vez curan peor. Si podéis no vayáis, no es muy seguro.
Tampoco preguntéis hoy en qué invertir el tiempo de ocio porque me estoy curando de las heridas sangrantes y los golpes que me dí en el carrito. Tengo un ejército de Oompa-lompas bailando en mi cabeza, espero que se vayan pronto.
       Por último, decid a mi secretaria que no acepte invitaciones para parques de atracciones en una larga temporada. También espero no aceptarlas yo o dejar de delirar... Será por los golpes que me dí en la cabeza.

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