Típico: te atrae (el
potencial de) un hombre ¡y de qué manera! Bien, si lo que
nos atrae es (el potencial de) un hombre estamos ante el llamado
hombre tipo Ikea.
El potencial de un hombre es el
espejismo de un oasis en el desierto. Al igual que en el desierto
queremos ver un Oasis con aguas idílicas y cristalinas, cocoteros y
una hamaca que nos invite a soñar en ella, en el potencial vemos lo
que queremos ver y no lo que hay realmente.
Como he dicho otras veces, las
expectativas son lo que las aceras empedradas para nuestros pies
calzados sobre unos tacones de 15 centímetros; nuestro peor enemigo. Y la decepción
posterior al no cumplirse esas expectativas es una sensación muy
desagradable. Lo que ocurre con este tipo de hombres, igual que con
los productos de esta tienda sueca que me tiene enamorada es que
cuando los ves, ves el módulo completo. Ya lo ves todo montado y
decorado, perfecto para acomodarte en ese salón o disfrutar de tu
cocina perfectamente decorada y con un toque de calidez hogareña.
La
realidad es que cuando compras, todo son un montón de objetos por
colocar y montar: tablas, tornillos, trozos de metal, puede incluso
que las paredes de tu casa necesiten pintura... Todo es como un
rompecabezas sin fin, tarea complicada y que al menos a mí nunca
suele quedarme como en el catálogo. Entonces, al no conseguirlo,
protagonizo momentos Homer Simpson en aquel capítulo en que se queda
mirando la caja de su barbacoa nueva y preguntándose por qué la
suya no es igual mientras grita, llora de rabia y finalmente la
destroza de forma cómica...
Decía entonces que compramos la
materia prima aún por montar y decorar y un par de objetillos más
que estaban por allí porque eran baratos y has visto que para
decorar tu salón van perfectos. Todo esto se compra con la
expectativa e ilusión de que nuestra cocina, salón o
dormitorio sea , no ya tan fantástico como el visto en tienda (y
publicitado en el catálogo), sino que además de así de bonito, le
daremos nuestro toque de estilo personal y ya será perfecto. Será
-(ojo al tiempo verbal)-el salón de tu vida.-O el hombre de tu vida.
Con los hombres (algunas) hacemos lo
mismo. Cuando nos conocemos proyectamos muchas características en el
otro que nos encantaría observar cuando nos llevamos ese hombre a
casa para tener algo más estable. Valga la frase “llevárnoslo a
casa” como símil de empezar algo con alguien.
Resulta que al conocerlo te has
deslumbrado, aún estás parpadeando como si te hubieran disparado
cuatro flashes seguidos a la cara. Si hubiera que describirle
escribirías cuatros líneas de virtudes que te encantan de él,
bien.... ¡Felicidades! eres la compradora 665428853997323 ¡Te ha
tocado un hombre maravilloso! Haz click aquí.
Bromas aparte, cuando te recuperas de
los flashes iniciales y tus pupilas vuelven a la normalidad, empiezas
a ver algún que otro defectillo, como quién adapta sus ojos a la
oscuridad. Resulta que hay defectillos que colocar “no pasa nada”
te dices, “esto lo arreglo yo y lo pongo en una caja bonita para
que esto tan feo no esté a la vista, le va a encantar”. “Si
ocupa mucho espacio, lo meto debajo del sofá o ya veremos qué hago,
pero este salón (hombre) es mío, me gusta y yo lo arreglo a mí manera”.
Me estoy esforzando por distinguir
defectos de rasgos de personalidad o conductas que no me gustan o
simplemente con las que no me identifico, eso me vacía del
resentimiento con el que me he llenado tanto y durante demasiado
tiempo. Lo que yo llamo defecto por abreviar,- descalificando de este
modo al otro-, son muchas veces sólo conductas que el otro realiza
(desde antes de ti) y rasgos de personalidad que definen a tu hombre
(desde antes de ti). Llamándolos defectos y queriendo transformarlos
o mejorarlos, no sólo manipulo, sino que además descalifico al otro
y le falto al respeto. Me refiero por supuesto al respeto que merece
toda persona hacia la decisión de vivir su vida como le plazca o
como desee al menos.
Citando a Shakespeare para explicarme ya que este es el blog de Julieta y es mi autor preferido: “Romeo ¿por qué eres Romeo? Lo que llamamos rosa con cualquier otro nombre tendría el mismo perfume. ¡Oh! Te lo ruego llámate de otro modo y a cambio de tu nombre que no es nada de ti, tómame entera” (Perdonad si hay errores lo he citado de memoria). Por ahí van los tiros, quiero decir que lo importante no es dejar de llamarlo defectos, es ver con nitidez quién es y qué hace el otro y si eso os complementa, te hace feliz, te entristece, te llena, te enamora, te vacía... Ese es el quid de la cuestión. Atención al "tómame entera" ¿qué queda para ti?
No se trata de juzgar sus conductas o reformarlas. No se trata de amueblar su vida, o de construir una casa como si él fuera un solar a edificar. Como dice Ricardo Arjona “o aprendes a querer la espina o no aceptes rosas”.-Puedes aceptar sus defectos y tendrás sus virtudes, pero no puedes quedarte sólo con lo bueno de él. Todo 8bueno y malo) forma parte de la misma persona.
Como desde mi tierna adolescencia me ha dicho siempre mi mejor amiga “desde el momento en que intentamos cambiar a nuestra pareja erramos, porque eso ya no es puro. Si le cambio, ya no será él, será lo que yo he creado”.
Personificación de tablas,
tornillos, estantes, portavelas, muebles, lámparas etc. Tu
hombre Ikea es maravilloso pero (de menor a mayor): tiene baja (o
ninguna) autoestima, es inseguro, no tiene aspiraciones, sueños u
objetivos. La falta de un padre o una madre le han abocado a la
autodestrucción personal dónde permanece estancado patológicamente.
No hace nada con su vida salvo quemar el tiempo, no busca trabajo, no
se esfuerza por nada, es depresivo, echa de menos a una ex, es
celoso, es posesivo, no es resolutivo, es infantil, inmaduro, es
victimista, es absolutamente dependiente de ti o de su familia. Es
adicto al alcohol, a las drogas, o al juego, sus recursos para
solventar sus problemas personales son destructivos: beber,
drogarse...
No hace falta que el hombre Ikea posea
todas estas cualidades basta con alguna o algunas, o todas si te va
vivir la vida a tope de adrenalina o te vas más la marcha que al tigre de los Frosties para tener bastantes cosas que
solucionar si estás enamorada de él. O dicho en otras palabras,
basta que tú elijas a un hombre así para manipularlo como
quieras y convertirlo en lo que tú quieres que él sea, o lo que tú
crees que él podría llegar a ser con la fuerza titánica de tu gran
amor.
Hay que montar el salón porque te
gusta, ya lo has visto en el catálogo y lo podéis disfrutar tanto, a
lo peor hasta lo necesitas...
Él es así o se comporta así y tú
analizas y psicoanalizas por qué. Sacas a tu psicoterapeuta interior
y argumentas por qué él es así, o por qué hace esto, o dice lo
otro. Canalizas tu energía en amueblar su vida -por seguir con la
metáfora mobiliaria- como a ti te gusta, por cierto, ya que en el
99% de los casos él no te ha pedido que entres en su vida
para arreglarla o cambiarla radicalmente. Puede que él sea feliz así, o que al menos esté a gusto. Toca asumir y respetar eso. Y si no lo está que se lo curre él. Es un gran momento para recordarte que tú también tienes una vida, si vives sólo a través de la suya ¿qué te queda?
Jugando a ser su psicóloga te
empecinas en solucionar su vida porque crees que él se autodestruye
sin darse cuenta, porque no le amaron lo suficiente... Tú crees que sabes lo que es mejor para él y se
lo dices (como amiga), o se lo pides (como madre) o se lo enseñas
(como maestra), o se lo recomiendas (como psicóloga). -Si juegas en
modo experto lo harás todo a la vez y si te anticipas a los problemas
que le puedan surgir hipotéticamente para solventarlos y dejas toda
tu vida de lado por sus problemas y difíciles situaciones sumas
puntos. -Sarcasmo.
Le vas empujando al cambio (como las
madres a sus niños que llegan tarde al colegio) y si no cambia te
decepcionas absolutamente o te enfadas mucho porque tú le ves tan
rematadamente maravilloso que si corrigiera estos defectillos sin
importancia mencionados sería perfecto todo. La traducción de tu
enfado es: yo me estoy esforzando al máximo para que él cambie y
estemos bien y no cambia, estoy frustrada.
Te dices a ti misma que los cambios que le
propones mejorarían muchísimo su vida y tal vez, objetivamente, así
sea. Objetivamente, por situarnos en el extremo, que tu pareja deje
el alcohol o las drogas es mejor para él. Pero el asunto en estos
dos extremos (de alcohol y drogas) como en los celos, el ser
posesivo, inseguro o cualquier otra minucia, radica en: ¿quiere él
cambiar eso?, ¿quiere él dejar esas conductas?, ¿te corresponde a
ti ilustrar -en el sentido de arrojar luz sobre algo- su vida hacia
“algo mejor”? De las dos primeras preguntas él y sólo él,
tiene la respuesta. De la última, la respuesta rotunda es NO. Una
novia acompaña, apoya, ama...(No quiero extenderme)
Una novia NO: educa, instruye en qué hacer,
cura adicciones...
Si quieres llevarme la contraria te invito a
probarlo lamentándolo por ti.
Nadie aprendemos nada por la boca de otros, ni por leer el
blog de Julieta. Pero hacer todo esto es sacrificado, doloroso e
ingrato. La ingratitud vendrá de él, no esperes que te agradezca
que le pintes su vida en ceras DACS de preciosos colores. Es normal
que no lo agradezca, él no te lo ha pedido, que le guste es un tema,
que te lo pida es otro distinto. Y lo que es más, si te lo pide,
tampoco te corresponde a ti, el primer esfuerzo es de él y el mayor
esfuerzo debe ser de él. La terapia (si él la quiere) la debe
proporcionar un profesional, no tú.
Es extremadamente sutil la línea entre
el amar demasiado y manipular al otro.
He contado con la suerte de que alguien
a quién manipulé en un pasado cercano para conseguir un amor que no
quería darme y una vida que no podía darme me dijera lo más
sensato que le he escuchado decir en mi vida: “yo no soy bueno para
ti, yo he decidido muchas cosas de mi vida que me la están
destrozando, pero de momento me compensan”. Que me dedicaran estas
palabras fue muy liberador porque si bien ya tenía claro el hecho de
no entrometerme debido al proceso personal en el que me encuentro y
por como acabó todo entre nosotros; con estas palabras se ganó mi
más profundo respeto hacia su modus vivendi.
Lo sé, es muy difícil de aceptar que
alguien (que nos importa) haya decidido dañarse o destruirse y no
hacer nada para ayudar o solucionar eso. No hacer nada, no intervenir, es lo más
difícil del mundo, pero como él dijo y yo suscribo lo más sano
para ambos.
Las relaciones sanas se forjan en ese
respeto y las insanas se destruyen con la manipulación recíproca.
¿Por qué (algunas) acabamos
relacionándonos con hombres tipo Ikea? Próximamente.
0 comentarios:
Publicar un comentario