sábado, 5 de enero de 2013

Soy funambulista

Dueña de la cuerda floja.
 "Y aunque el suelo queme miro hacia delante aunque ande cansada, créeme que soy una amante que teme amar demasiado, he aceptado mis dilemas, mis delirios, mis letargos, he retado al equilibrio y no consigo derrotarlo"
      Igual que un ex-alcohólico no puede tomarse ni una cerveza sin alcohol, una ex-adicta a las relaciones destructivas y a amar demasiado no puede darse ni un beso... 
El proceso de rehabilitación requiere mucho esfuerzo y unas buenas dosis de paciencia, de esa que yo no tengo. Tal vez este punto en el que me encuentro sea harto delicado y yo he tomado plena conciencia de ello hace poco. Se trata del momento en que sientes más fuerza de la que posees realmente. Ese en que has iniciado hace tiempo la recuperación, estás mejor y vuelves a tu entorno tóxico mientras aún te rehabilitas. La luz de la estrella Elendil en este pasaje oscuro es la conciencia. Se trata de ser muy consciente de las sensaciones del cuerpo y de las emociones que se experimentan en relación con el objeto de adicción; para ser original hablo de un hombre/ relación destructiva con un hombre.

    Dice el dicho que sentimientos que regresan son sentimientos que no se fueron. Puede que eso sea cierto, afortunadamente no ha habido recaída, o yo no lo siento así ni que me haya fallado a mí misma, pero gracias a esta delicada oportunidad he podido observarme; me he detenido a analizar críticamente cómo me comporto, qué hago aún, qué siento aún. Y todo esto lo estoy viviendo porque desde enero del año pasado estoy dispuesta a todo, a cualquier cosa, lo que sea con tal de no volver a sufrir como ya lo hice. Aún no soy inmune a las relaciones destructivas, aún me estoy desenganchando...

Estas dos parrafadas son para entretenerme y no decir lo que debo decir y lo alargaré un poco más porque si fuera fácil, ya lo habría dicho. No es que me falte sensatez, ni que me sobre corazón o tal vez esto último sí sea verdad y por eso amo demasiado... Es que no encuentro el equilibrio entre cabeza y corazón y así voy practicando este arriesgado y difícil funambulismo dónde apostar por el último me ha costado, muchas caídas, dolores y sensaciones desagradables...

Nunca me he tenido por tonta aunque cuenta la leyenda que uno me hizo dudarlo seriamente y por eso sé que la única salida, la única luz de Elendil de la que hablaba antes es: estudiar y seguir observándome de forma muy consciente -(ya lo he dicho y no quería reconocerlo/decirlo)-. Observar mis conductas para modificarlas y no repetir las pasadas. No es divertido, ni emocionante, ni romántico, tampoco es intenso, es molesto y desesperante, es una labor en el más absoluto de los solitarios. Nadie puede hacerlo por mí, ni ayudarme y aunque tampoco lo espero, nadie puede comprenderme en este sentido. 
      Ya lo he dicho alguna vez, pero la solución fácil que me ofrece todo el mundo es: “Emma, que entren más pretendientes”. Yo no quiero. No quiero porque sólo soy capaz por el momento de elegir al tipo de hombres nocivos de los que he escrito en otras ocasiones. Cuando yo sola esté fuerte y bien (del todo) no elegiré (consciente o inconscientemente) esa clase de hombres. Sé que lo que digo suena a que fumo flores y que es poco actual (en el sentido de poco moderno y que estoy pareciendo una vieja por decir “moderno” pero correré el riesgo), es poco de nuestros días en los que la gente tiene relaciones basura de usar y tirar y no paran a reflexionar en qué fue mal, qué se puede aprender... Parece entonces que quiénes nos detenemos a reflexionar a aprender y no nos relacionamos con hombres compulsivamente en busca del amor, somo unas pusilánimes... No pasa nada, soy rara hace tiempo que lo sé y además me gusta. Es más común pensar y actuar acorde a “sólo ha sido mala suerte, vamos a por otro y tal vez él...” Pero yo ya sé que ese no es mi caso, ni es mala suerte la mía. Es mala elección y cada vez elijo menos mal, pero aún elijo mal y lo peor es que elijo mal de forma consciente, sabiendo lo mucho que me necesita ese hombre al que elijo, sabiendo como me refuerzo con su necesidad... Pero lo seguiré intentando, haré lo que sea, con tal de no volver al lóbrego lugar de dónde vengo...

       Mi entorno gusta en decirme que me queda mucho por vivir, que no puedo pensar así siendo tan joven, que he estado con muy pocos hombres seriamente para tener un juicio tan definido y un filtro tan infranqueable. No voy a entrar en el debate de cuántos son muchos ni cuantos son pocos. Mi sensación cualitativa y cuantitativa es la que cuenta, porque al final del día me tengo sólo a mí misma y la sensación que tengo es, desde enero del año pasado, que ya basta. No sé si muchas o pocas al ojo ajeno, pero sé que he tenido relaciones demasiado intensas en las que obviamente amé demasiado y sufrí demasiado y no puedo más. El amor y el dolor ni se pesan ni se miden así que no puedo justificarme cuantificando ni calificando mejor, la magnitud de mi resistencia al dolor, pero quiénes me conocen saben que es muy alta. Eso, lejos de ser una virtud es una lacra peligrosísima para la mujer que ama demasiado, porque te hace capaz de tolerar, resistir, aguantar, permanecer y disculpar la más atroz de las aberraciones y con una sonrisa.
Lo que me da rabia -(y eso es porque me sobra [rabia])- es que aún no puedo perdonarme. No es que no pueda perdonar a mis cuatro experimentos de príncipe, es que no puedo perdonarme a mí porque no soporto pensar en todo el daño que me he dejado hacer y para nada. Todo el empeño era mío, toda la proyección era mía, todo el peliculón de antena 3 por la tarde co-producido por Spielberg de que "mis elegidos aspirante a príncipe" y yo seríamos felices era sólo mío... Los hechos probados están muy claros. Ninguno me prometió esforzarse en “felices para siempre”. Bueno, sólo uno, pero tras siete años me dijo que “todo era una broma”-basado en un sórdido hecho real.

    La conclusión es que como ex-adicta aún en rehabilitación yo lo que quiero -para resumir- es un novio. Mi brillante excusa es; he perdido a mi padre, qué bien me vendría, qué feliz me haría un novio, unos abrazos y unos besos, dormir juntos por las noches y ver juntos las olas de día... Pero yo no elijo bien porque aún no estoy todo lo fuerte que pretendo estar como para poder elegir un novio como el que sueño y no con los vampiros emocionales que me quedo. Podría decir muchas cursilerías (que para mí no lo son) respecto al novio que sueño como que sueño con un novio de esos que quieren hacerte la madre de sus hijos o cosas más sencillas como hablarnos sin decir nada. Pero yo no escojo eso tampoco aunque lo quiera, porque como necesito a alguien que me necesite me dedico a apadrinar y manipular cachorros abandonados que alomejor son felices -o creen que lo son- con su vida ¿y quién soy yo para ir con mi amor y mis pasteladas a pintarles una vida en technicolor y toda una gama cromática de magentas? y lo peor es que la culpa no es de ellos sino mía. Yo les he elegido y no sabéis qué rabia me da no poder darle la culpa a nadie. Madurar consiste en eso; adquirir responsabilidad por los actos propios, asumo mi responsabilidad por las relaciones que yo he mantenido y no sólo eso sino por las que he luchado ferozmente por no perder...
      Cerramos filas en torno a mis deseos (¿infantiles?), parece que tengo un claro Game Over en la pantalla que me dice que aún no puedo tener un novio como el que sueño. 
    Mi sensatez tiene muy claro que para tener oscuridad y penas en mi vida ya he perdido a mi padre, y por cierto, siendo yo demasiado joven, así que no necesito la ayuda de ningún aspirante a príncipe (de las tinieblas)... Entonces mis deseos no pueden hacerse realidad, no puedo ni debo tener un novio y es lo único que quiero ahora -(y siempre lo he querido)-, como un ex adicto a la coca quiere otra raya. Sigo aferrándome aún con todo lo que llevo vivido y sufrido a que eso ahora me haría sentir bien o al menos, menos mal... Y no es verdad, lo he intentado, cuenta la leyenda que hubo un hombre a la muerte de mi padre... Sólo son excusas; el amor que yo escojo me destruye y de qué manera...
Parece lo más inteligente pues, pero también lo que menos quiero y por eso no hallo el equilibrio; estudiar y acabar mi carrera porque eso construye algo nuevo para mí y no me destruye.
      Resulta muy irónico lo fácil que me resulta solucionarle la vida a un hombre por muy complicada que ésta sea y pintársela en los colores más bonitos del universo y lo pueril que soy con la mía propia no permitiéndome avanzar, acabar la carrera e irme a Londres; ese es mi sueño a corto plazo y yo que me tengo por valiente no tengo agallas para ir a por él pero... ¿Sí para exponerme a otro aspirante a príncipe?... Me disculpo y acepto mis sentimientos porque nunca he estado con un hombre que me tratara bien, -o como a la reina que soy y todas somos. Pero de los creadores de “la mujer del César no sólo debe ser honrada sino también parecerlo” he creado “toda reina no sólo debe serlo, sino también parecerlo”, así que debo comportarme como tal; eligiendo otra clase de hombres, esto es; hombres con clase.
     
      Todos tendemos a soñar con lo que no tenemos y nunca hemos tenido. Lo que sí puedo hacer para no sólo soñar y sin tener que pagar el precio de “solucionar complicadísimos problemas y carencias para conseguir amor de otro” es solucionar y ocuparme de mi propia vida. Lo que ocurre sinceramente y lo reconozco es que es muy aburrido e incluso triste dormir sin el abrazo de un hombre que presuntamente te quiere... Aún así no quiero, ni puedo por salud, volver atrás.
Mi cabeza lo tiene muy claro, pero mi corazón frunce el ceño, chasca la lengua y da una patada en el suelo porque sabemos que los libros no abrazan por las noches, no te besan como si se produjera un eclipse total y no te llevan a cenar a un sitio bonito... Pero a estas alturas mi corazón ya debería saber que los novios que yo escojo tampoco lo hacen. 
Tal vez madurar (además de ser aburrido) consiste en dejar de escuchar los deseos y escuchar más la cabeza, al menos hasta que acaben los exámenes...

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