lunes, 4 de febrero de 2013

Sobre el amor y el Derecho

Érase una vez Julieta, que cursaba catorce asignaturas de la licenciatura, hizo dos cursillos de libre configuración, 2º de alemán y 3º de inglés en la EOI.


Me quedaron asignaturas para septiembre, entre otras Derecho Constitucional 4'7.


Se acercaba el fatal desenlace, a la madre de Alejandro por terrible desgracia le quedaba poco tiempo de vida, a finales de verano se cumpliría el “como mucho un año” que dijeron los médicos. Así que, desde hacía casi un año yo deseé con toda mi alma parar el daño, quería -aunque suene estúpido- sufrir por él todo lo posible para evitarle sufrimiento, protegerle con mi vida si hacía falta. Qué impotencia sentía de ver que lo que más he querido en la vida se iba a llevar tal golpe y yo no podía hacer nada por evitar el mismo, pero sí podía hacer absolutamente todo lo demás por él y si hacía menos por extenuación, sentía que me estaba portando mal con él y que le estaba queriendo menos. Yo quise hacer tanto como hice sin que él se diera cuenta de todo lo que yo abarcaba, me parecía más bonito así “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”. Él nunca me dijo que parara, ni que yo hacía demasiado, nunca se dio cuenta de que yo estaba agotada física y psicológicamente, se lo escondí muy bien o él no quiso verlo, asumo ambas cosas.

En junio y con ese panorama, solicité el traslado a Oviedo, mientras mi Rotenmeyer interior me decía “eres una egoísta, le vas a dejar aquí solo, habiendo perdido a su madre... ¿quién cuidará de él?” Íbamos a irnos juntos allí antes de la enfermedad de su madre, antes de la tragedia. Me aceptaron pero él no podría acompañarme, ni siquiera me parecía ético preguntarle tal cosa, me parecía de ser mala persona comunicarle mi deseo de estudiar fuera, pese a que era nuestro proyecto antes de que empezara a terminar todo, vivir juntos en Asturias era nuestro proyecto y mi sueño, tenía 21 años... Yo me sentí traicionarle, sentí que lo abandonaba si me iba porque mi Rotenmeyer interior es muy mandona. Irme no era mi manera de entender el amor, no hizo ninguna falta que él me dijera “te necesito aquí conmigo”, lo hice todo yo sola y él no tiene la culpa de nada; así que tiré mi carta de admisión y mis sueños de estudiar mi carrera fuera de aquí por él, directamente a la papelera, Rotenmeyer hizo una mueca de satisfacción, se colocó mejor el chal de lana y me dijo “has hecho lo que debías, no sé en que estabas pensando al solicitar una plaza lejos de él, en estos momentos”.

 Amar demasiado, exponente infinito:

Vacaciones de verano, rutina diaria durante dos meses. Llevando casi un año haciendo demasiado, amando demasiado, fuera de mi sitio.

        Llevaba casi un año durmiendo 5-6 horas diarias como máximo. Por las mañanas; estudiar, llamar a su casa en los descansos de estudio para que se sienta arropado. Comer, reunir al grupo de amigos en el bar de siempre para el café, así él se sentiría bien y acompañado; quedar con su mejor amigo para que lo acompañara al trabajo en coche. Volver a casa estudiar dos horas más, ir a casa de Alejandro hacer lo que hiciera falta, salir de allí siendo fuerte, irme llorando en coche por ver como estaba su madre... “Eres una blanducha, tú no tienes que llorar”. No quería llorar ante todos, ellos tenían motivos, yo no debía, debía ser fuerte. Enviar mensaje a Alejandro sobre las siete que tiene poco trabajo y no molesto preguntando qué le apetecía que cocinara para la cena. Estudiar hasta las once y media de la noche.

      A partir de las once y media estamos en prime time “empieza la función”; cocinar lo que me ha pedido por mensaje de texto y algo más que le pueda gustar y hacer sonreír, algo que no sea repetido de otro día, “estoy muy cansada no puedo pensar, estoy muy cansada” llorar, “no llores no te dará tiempo a tener la cena lista ¿te parece que estas albondigas están bien esféricas?, hazlas mejor anda"... Cena hecha, tapar la cena para que no se enfríe, preparar zapatillas en la entrada junto a la puerta, percha para la ropa del trabajo que no se le arrugue, tabla de planchar y plancha por si acaso, prepararle ropa cómoda para estar por casa. Poner la mesa, servir la cena “está a punto de llegar, date prisa”. Lavarme la cara, “se nota que he llorado, tengo que maquillarme muy bien” taparme las ojeras nivel: “como no me ponga aquaplast...” Ponerme el perfume que le gusta, poner buena cara, sonreir, sonreir mejor “necesita positividad, no necesita que llores, ayúdale”. Preparar crema de aloe-vera en el salón para masaje de pies después de cenar, “pobrecito, tantas horas de pie trabajando, pobrecito, va a perder a su madre y yo no puedo hacer nada”. Hacer sitio en la mesa del salón para que podamos estudiar, elegir una película por si no tiene ganas a de estudiar hoy. Pensar cosas graciosas o divertidas que contar durante la cena, si no quiere ver una película ni estudiar iremos a tomar algo, debo pensar un sitio que le pueda gustar “¿no irás a preguntarle adonde quiere ir? Tienes que anticiparte por si no le apetece hacer nada ¿es que tengo que pensar yo en todo? ¡esfuérzate más!”... Timbre: “ya está aquí”, mirarme en el espejo de la entrada, “¡por el amor de Dios puedes poner buena cara y sonreir vas a deprimirlo!”


-Hola amor, ¿qué hacías?

-Nada, estudiaba un poco... Dame la ropa cuando te cambies, tienes la cena en la mesa voy a seguir estudiando, mientras te cambias y luego te acompaño mientras cenas.

[…]

-He pensado en no examinarme de inglés y alemán, constitucional me está llevando mucho tiempo...

-¿Tú? Pero si los idiomas son lo tuyo, tú puedes aprobarlo, yo no lo dejaría, si lo dejas te arrepentirás vé y ya veremos. Tú sabes mucho inglés, ¿vas a dejarlo por lo que me está pasando?


“Eres una maldita bocazas, ahora él piensa que estás cansada y le estás quitando sensación de normalidad en su vida, si él te ve capaz eres capaz de aprobar también inglés y alemán, no has debido decir eso, ahora pensará que él te supone una molestia ¡debería darte vergüenza!, le has hecho sentir mal, con todo lo que le está pasando y le has hecho sentir culpable ¿de qué vas?”

-¡No, no! si ya ves tú, no me cuesta nada... estoy estudiando, es sólo que estoy un poco vaga, ya sabes que soy una perezosa para estudiar en verano, tienes razón tengo que ir a los exámenes, no sé en que estaba pensando – reza porque se haya creído esa patraña o verás.

-Aprobarás, estoy seguro. Eres muy inteligente, te admiro muchísimo por ello, flipo contigo...

“¿Has oído eso maldita quejica? Eres inteligente y él cree que vas a aprobar; si no vas y sobretodo si no apruebas lo harás sentir mal, él pensará que si no fuera por su madre tú habrías ido a tus exámenes así que menos llorar y más hacer, ¡haz el favor de presentarte a los exámenes de la EOI! Y por cierto, no olvides pensar en quién estará con él mientras tú te examinas, por si a su madre le pasara algo justo en tus exámenes que no esté solo, ocúpate de eso también, él dice que tú puedes”.
Finalmente, llevarle a su casa en coche a las 4 o 5 de la madrugada.



[…]



        Después del funeral, “mañana tienes exámen de Constitucional, despídete y estudia hasta las 3 a.m, encárgate de saber como y con quién va a quedarse él”.

-Julieta, mañana aprobarás -me dijo solemnemente una de las hermanas de Alejandro- nuestra madre te ayudará, yo se lo pediré.

“No llores, maldita blanducha o te juro que te meto un puñetazo, ya has llorado en el funeral y no tenías que hacerlo, tienes que ser fuerte por él, sonríe y contesta algo agradable”

-Gracias, yo me sentiría muy halagada de su compañía, me voy a la biblioteca, en cuanto acabe el exámen vengo a veros.

“Cómo suspendas, vas a decepcionar a tus padres que te han dicho que estudiaras y ayudaras a Alejandro en todo, a las hermanas de Alejandro que mira lo que te han dicho; nada menos que “nuestra madre te ayudará” como suspendas no tienes perdón, piensa en lo orgulloso y contento que estuvo Alejandro con tu sobresaliente de inglés, tienes que aprobar constitucional... Como suspendas no tienes perdón”.

[...]

Derecho Constitucional: septiembre 2008, nota final; 4'8. En la revisión; “Usted señorita no sabe estudiar, con su método de estudio no va a aprobar quinto en la vida, tal vez debería usted, no sé, subrayar en colorines, es extraño que haya llegado hasta aquí, no todo el mundo puede aprobar en esta carrera y no pasa nada por ello, hay más opciones en la vida, piénselo...”



"Bueno, he aprobado 11 de 14, inglés y alemán y he hecho todo lo que he podido por él y su familia". Has fracasado, sabes que constitucional era la difícil, lo otro no es para tanto... Reza porque a él no le dé pena que hayas suspendido, si se pone triste o se decepciona será por tu culpa, debiste estudiar más...”



[…]

Años más tarde, sin Alejandro, sin nuestros amigos, sin padre, en convocatoria de gracia y sobretodo conmigo misma he aprobado Derecho constitucional. A Rotenmeyer la he mandado a fregar, aún sigue dándome órdenes y presionándome, suele decir “todo el mundo ha acabado ya la carrrera menos tú porque eres una blanducha fracasada, ya tendrías que haber terminado y no ser la última como siempre”.

Yo por mi parte salí de casa, cerré la puerta. Me dió pena que no pudiera alegrarse por mí, pero Rotenmeyer siempre está enfadada. Aunque sea tarde, me ha costado mucho esfuerzo conseguir esto y aunque ella diga que no, creo que tengo derecho a estar contenta por mi pequeño gran logro. Así que me fui a brindar por mi aprobado y por el tiempo que hace que no amo demasiado a tal nivel con un glamuroso Ginger grape.

Continuará.



Las imágenes pertenecen a la película “la sonrisa de Mona Lisa”, muy recomendable para reconocer patrones no tan lejanos en el tiempo. Patrones que he reproducido, conductas con las que me sentí algo más que identificada cuando vi la película y que, en gran medida, he narrado en este post. Si os apetece, la recomiendo.


0 comentarios:

Publicar un comentario