viernes, 31 de mayo de 2013

Me enfado porque me duele

Si continúo hacia delante no sabré en qué punto estoy, si miro hacia abajo veo qué caída hay... Todo esto es absurdo porque sé perfectamente donde estoy e intuyo muy claramente la caída, pero no puedo detenerme en eso porque sino ya no seguiré adelante.
Lo siento papá pero no voy a desearte un feliz cumpleaños. No sé en qué puñetas estabas pensando cuando me dejaste aquí sola con una carrera que odio por tu culpa y aún por terminar y que no vas a ver como la termino si es que lo hago... Ahora ni me gusta la carrera ni quiero terminarla, debiste pensar eso antes de morirte.
No sé de qué vas no estando en tu cumpleaños cuando todos sabemos que es hoy.
No tenías ningún derecho a dejarme sin padre para la boda con la que sueño desde que yo era un zigoto y que ya no tiene sentido porque no quiero una boda con ausencia. No tenías ningún derecho a no conocer al padre de mis hijos y yo no te consentí en ningún momento que no conocieras a tus nietos, pero aun así, tú a lo tuyo, sin conocerlos.
Estoy muy enfadada contigo y te perdonaré cuando vuelvas, es decir, nunca.

Nunca te perdonaré lo aislada que me siento con respecto al resto de personas desde que no estás. Me pasé un año después de tu muerte sin poder ir al cine incluso. Luego se lo pedí a un chico porque no quería estar sola ni enfrentarme al miedo que me daba estar encerrada en un cine sola y no me acompañó... Por tu culpa volví a hacer el ridículo de tan triste y necesitada creyéndome que había amor donde había una gran bola del oeste cruzando rodando la calle.
Espero que estés contento porque desde que no estás, no hay Navidad en casa, ni árbol, ni Belén con “cireretes de pastor” recogidas por nosotros tres, las últimas que he visto y tenido en la mano fueron las que puse en tu ataúd antes de tu incineración. Espero que estés contento, yo saltaría de alegría, pero no me sale del moño. Tampoco hay sopa rellena, ni la cocina patas arriba en Nochebuena... No hay reyes magos, no hay regalos, no hay fiestas. La Navidad murió contigo, bien por ti.
No ha vuelto a haber ningún cumpleaños en casa desde que no estás, espero que estés orgulloso.
No sé en qué pensabas cuando consentiste morirte y que con 23 años y cerca de la Navidad yo tuviera que montar un velatorio y un funeral. No tenía ni putas ganas de elegir qué ropa tenían que ponerte para el velatorio ¿sabes? Pero tú sabías que eso tendría que ser cosa mía, lo sabías y te dio igual... Te fuiste igual.
Me pasé una semana durmiendo con la bata que te compramos para estar en el hospital ¿crees que tenía edad para dormir con la jodida bata de mi padre? Nunca en mi vida he necesitado dormir con nada, nunca me gustaron las muñecas y jamás dormí con un peluche y con 23 años ahí estaba yo, llorando en la cama hasta que me durmiera abrazando una bata de hombre que olía a una persona que se había muerto. Reteniendo un olor ya muerto, ¿qué derecho tenías a hacerme eso? Esa semana un día llegué a casa y mamá la había lavado... No me consultó ¿qué más da? Yo siempre he sido la fuerte.
Dejaste la bufanda color burdeos que te pedí por terminar de confeccionar, quería aprender a hacer macramé para terminarla yo pero sólo quería morirme y no aprendí a hacer macramé. Un día llegué a casa y habían tirado la bufanda a medio hacer... Nadie sabe como lloré por eso. No sé de qué vas muriéndote sin terminar de hacer mi bufanda, ya nunca he tenido una bufanda burdeos hecha por ti.

Yo no tenía ningunas ganas de rehacer mi vida como lo he tenido que hacer. Me apetecía tanto como graparme los dedos a la mesa soportar la psicoterapia que he soportado. Jamás tendrías que haber muerto para que yo rehiciera mi vida. Por tu culpa, me di cuenta de demasiadas cosas sobre mí. Por tu culpa me di cuenta de todos los problemas que tenía, como mi adicción a las relaciones destructivas y de mi dependencia patológica. ¿Te parece normal dejarme pensando en estas cosas? ¿Sabes lo que es para mí verme a mi edad sabiendo todo lo que ahora sé y lo incomprendida que me siento? ¿Tienes alguna idea de lo que es dejar de ser joven con 24 años, que ya no pudiera durante más tiempo; salir, beber, fumar y ligar como la gente joven para evadirme o divertirme porque eso no me aporta nada? Por tu culpa dejé de fumar, de salir, de reírme como antes ya ni eso me servía para estar mejor y me sentía culpable por todo... Por tu culpa no me iba mucho más lejos de dos manzanas más allá de mi casa porque me sentía culpable de vivir mientras tú estabas muerto e incinerado. ¿Cómo se te ocurre no decirme si querías que te incineráramos? ¿Sabes que también tuve que decidir eso? ¿Qué mierda sabes tú? No sabes nada de lo que he pasado porque estás muerto.
Tardé un año y medio en poder irme de viaje sin sentirme mal por ello. Aun así llegué a Londres y lloré ¿quién te has creído para hacerme llorar llegando a Londres?

¿Sabes la putada que me has hecho? ¿Eres consciente de que no quiero celebrar mi graduación por tu culpa, porque tú no vas a estar ni vamos a ir juntos a comprarme mis primeros Manolos? ¿Tú sabes cuánto hacía que me habías prometido ir conmigo a Madrid para comprarme esos zapatos para mi graduación? No te perdono eso, no te perdono no celebrar mi graduación ni que ya nunca nos vayamos a Ca'n torrat a comer un señor entrecote para celebrarlo y ponernos hasta arriba de pan con all i oli, es algo que no te voy a perdonar en la vida.

Y mi boda... Siempre bailabas conmigo en todas las bodas y en la mía no. ¿De qué vas? Casilda lo dice y yo lo suscribo: “sí a las novias que bailan con el padre antes que con el novio”. Ya lo sabes, Vogue no te perdona y yo tampoco...

Por tu culpa como y ceno casi todos los días delante del ordenador como una adolescente que acaba de descubrir el messenger, lo prefiero a pensar que estoy comiendo sola porque te has muerto y ya no hay comida en familia cada día. El día de mi primer cumpleaños sin ti mamá se cogió su plato y se fue a comer delante del televisor en vez de, al menos, comer conmigo en la cocina... Yo la vi desaparecer plato en mano por el pasillo, no podía creerlo pero así fue. Espero que estés contento de haberme dejado huérfana y con semejantes cumpleaños, no me los merezco porque yo nunca habría dejado que eso pasara con los tuyos...

Si estuvieras aquí hoy iríamos a algún restaurante o estarías en el pueblo con mamá, los dos jubilados y de viaje... Mañana volveré a comer delante del ordenador, lo peor es que ahora veo Juego de Tronos y sé que te gustaría y eso me cabrea más.

Estoy muy cabreada contigo y lo pienso seguir estando porque mientras estoy enfadada no me hundo y tal vez así hasta apruebo y puedo o bien, montar un kiosko o bien, irme del país a vivir mi vida porque aquí me estoy asfixiando, no soy feliz y no estoy viviendo y todo es culpa tuya, absolutamente todo.

martes, 14 de mayo de 2013

Fuimos tres en tu cama





Cuando a ella la llamabas por mi nombre, le elegías la ropa que a mí me gustaba, la convenciste de lo femenina que la hacía mi rosa favorito. Le sugeriste usar mi perfume.

La empujaste a depilarse las cejas y a hacerse mi corte de pelo, le sugeriste que se dejara melena.

Luego se aclaró el pelo para parecerse más a mí, después ella copiaba mi maquillaje para gustarte. A mí me elegías la ropa que ella se pondría y a ella la mía, de pronto me llamaste por su nombre.



Cuando quisiste que ella hablara con mis palabras, que tuviera mi sentido del humor para divertirte. La metiste en tu casa, le dejaste la ropa que me dejabas a mí. Le presentaste a la familia que me presentaste a mí, la sentaste en tu mesa, en las mismas fechas que me echaste de allí.

Señalaste en veinticuatro horas por qué puerta debía irme porque ella entraba por la otra para quedarse. La hiciste una más en tu grupo, le regalaste a nuestros amigos, lo que me robaste se lo diste a ella como si fuera nuevo. Como si fuera su premio por llegar cuando ya todo pasó, cuando ella ya había muerto. Cocinabas para ella lo mismo que para mí los mismos días que antes a mí; yo cocinaba sola, lo mismo que para nosotros unas calles más abajo, mientras lloraba frente a tu plato preferido... Luego me mandaba mensajitos tontos mientras lloraba por ti con un chico que me hacía caso porque un clavo iba a sacar otro clavo... Después me dormía y tenía pesadillas.



Cuando no te bastaba su conversación así que le sugeriste que leyera los libros que yo me había leído. Me confesabas que querías mi inteligencia para ella como si la mía ya no estuviera ni yo tampoco.



Cuando mientras estudiábamos ponías tu mano en su espalda, como antes en la mía, yo vomitaba a escondidas mi ansiedad por perderte pero me parecía de lo más normal... No te iba a decir nada, no iba a atarte nunca, tú nunca ibas a abandonarme, nunca debimos decir siempre, siempre resultó ser nunca.



Cuando la paseaste por los mismos sitios que a mí, pero tú y yo llevábamos años paseando, así que tenías que darte mucha prisa para borrar todo, tantos años de nosotros debían ser borrados con ella. Le atusabas la melena por la calle de camino al bar de siempre, al de cuando éramos pequeños y podíamos estar cenando juntos y charlando hasta tarde, para robarnos besos en los portales, revolvías su melena como revolvías la mía, pero erraste en cabello y en la chica ella nunca fue yo ni lo será, te exhibías públicamente con ella para convencerte de lo normal que era lo qué hacías.



Cuando la acostaste en la misma cama que a mí pero no fuiste feliz, entonces elegiste mi cumpleaños para hacérmelo saber y culpabilizarme por ello pero te fuiste a celebrar el de ella. Me culpabas de no ser felices y en ese trío estuvimos, tú por no saber y yo por querer. Irónicamente en ese momento fue cuando menos fuimos tres en tu cama...



Cuando no entendía porque querías un avatar de mí con el que ser feliz si yo te producía tanta desazón y desdicha. Nuestra historia se quemó en la biblioteca de Alejandría el día que me dijiste que yo no había sido nadie, que todo era una broma y a mí me doliste como si lo hubiéramos sido todo. Pero ya sabes que tengo mucha imaginación y me creí tu broma, ¿cuánto tiempo se ríe una chica por una broma de siete años?



Nunca tuve la culpa de tu duelo patológico anticipado, ni de querer al hombre que eras; primero para mí, después para formar una familia. Yo quería a un hombre que mira a la muerte y no se esconde en las faldas de mi avatar por no ser lo bastante hombre como para mirar a su otra mitad y decirle, “vete niña que ya no te quiero”. Quería un hombre lo bastante hombre como para llorar la pérdida de las faldas de mamá y a mamá. Quería al hombre del que me enamoré y no al que perdía a escondidas en la boca de otra. Quería a un hombre que no viviera con el miedo al cáncer y a la muerte, quería un hombre que se hubiera curado para ser un buen padre, el padre que él quería ser conmigo. Espero que con cada “te quiero” dedicado a ella hayas borrado ya cada recuerdo como me demuestras. Espero que hayas de verdad olvidado que cuando ella dejó de respirar yo te abrazaba porque no querías contigo a nadie más y espero que de verdad tú hayas olvidado que miramos a la muerte juntos en silencio. Espero que hayas olvidado que tu dolor fue mi mayor dolor y que todo lo hice para salvarte fue porque tú me lo pediste y yo te quería. Espero que ella te haga padre de los cuatro hijos que querías conmigo y te maldigo con que no tengan nunca mis ojos que tanto deseabas en nuestra descendencia, porque mis ojos no se los puedes dar y eso se te pasó por alto viejo amigo cuando creabas mi copia en ella, vistiéndola como a mí y acostándola en tu cama mientras te preguntabas que hacías. Pero tú a lo tuyo, que yo aun me río de la broma.



Quiero que algún día sepas que mientras el avatar que has creado de mí iba de flor en flor dándose a la mala vida que tu detestabas en toda mujer y ella me lo contaba todo, yo cuidaba de ti y de tu familia poniendo en riesgo mi salud física y mental sin que ello me importara porque te quería así y no sabía querer de otro modo. Estaba tan necesitada de amor que no me preocupó mi salud, ni mi tiempo, ni mi dolor, sólo quería parapetar tu golpe porque yo entendía el amor así. Ella se gastaba el saldo en deciros a todos que os quería, no puedo competir...



Cuando mientras yo secaba tus lágrimas dentro de un velatorio, te estrechaba la mano y te escondía mi cansancio de haber sido durante un año tu encantada y enamorada sirvienta, ella y sus amigas me criticaban porque ella no podía estar ocupando mi sitio (si hubiera hecho sólo la mitad que yo, apuesto que nunca ella lo hubiera deseado y tú jamás te habrías atrevido a hacerme tanto daño) se pasaron todo el velatorio inquiriendo a mis amigos a mis espaldas que a ver qué pintaba yo. Francamente, en eso hoy estaríamos de acuerdo, dado como pasó todo después y como terminaste conmigo no sé que pintaba yo allí.

Quiero que sepas lo que es justo y es que mis crímenes para con ella fueron ser quién fui en tu vida y estar presente en una muerte que me dolió como de mi sangre y lo peor es que si te queda algo de corazón tras las costillas lo sabes... Nunca quise un primer plano en un funeral pero me lo hicisteis todos porque me queríais o eso decíais y me pregunté muchos años después qué suerte de amor olvida tan pronto haber compartido tanto. Me colocasteis allí y yo me dejé porque me parecía normal y necesario. Si ansiaba ese primer plano era en nuestra planeada boda, con alguno de los vestidos que habíamos mirado juntos, quería un primer plano en nuestro viaje a París, en nuestra noche cenando por el Sena. Quería escuchar tus rarezas sobre que el río huele raro y que el barco te mareaba... Ella quería un sitio ante una muerte, sin trabajo, ni sacrificio, ni amor alguno. Ella quería mi sitio, tú me derribaste para dárselo gratis. Yo quería que tu dolor fuera mío y es justo que lo sepas.



Pero sigue llevándola a restaurantes rosas que a mí me encantarían, sigue mintiéndote tan bien como empezaste a hacerlo en esa época y sé muy feliz con ella para que todo esto tenga sentido. De verdad sigue fingiendo que eres feliz porque tienes novia y que ella no se ha muerto que en un tatuaje llevas el dolor que te causó su partida.



Yo seguiré tratando de escapar a la rabia que siempre me alcanza, seguiré tratando de perdonarme por haberme dejado hacer tanto daño en nombre del amor. Porque todo este reproche no te lo hago a ti sino a mí que no me perdono esa flaqueza, esa humillación, no me perdono haberte querido y no me perdono entender como entiendo todo lo que haces. Quiero perdonarme por haber llamado amor a la servidumbre y la prostitución emocional, necesito hacerlo para creer que de verdad volveré a querer no de igual modo pero si a vivir un gran amor y no un Hacendado. Quiero saber engañarme tan bien como lo haces tú, pero no me sale...

domingo, 12 de mayo de 2013

Protege la sinceridad está en peligro de extinción

La madre de Tambor en la película Disney “Bambi”, le dijo a éste una frase que constantemente me repetía mi padre y que marcó mi infancia profundamente: “si vas a ofender al hablar es mejor callar”.



Durante toda mi infancia hice caso a pies juntillas a esta frase porque como para casi todas las niñas y especialmente por mi lugar en la familia, al ser la primogénita, mi padre era el hombre más sabio y más listo del mundo, en resumen tenía razón en todo. Ahora le preguntaría: "¿seguro papá? ¿quién puede callar tanto?"



       En primer lugar, una de las cosas más incómodas a las que me he enfrentado hace poco es a recordarle a alguien qué papel tiene en mi vida. No todo el mundo es amigo de uno; hay amigos de amigos, hay conocidos... Esta realidad que clama por evidente, por lo que he comprobado ofende mucho a la gente cuando se la dices, no lo considero un menosprecio sino una descripción; una cosa son amigos y la otra conocidos. No están reñidos los conocidos con el respeto y el aprecio mutuos pero no son amigos porque como todos sabemos amigos hay muy pocos en la vida. Para mí un conocido no entraña obligaciones sociales protocolarias y tampoco es quién para pedirme explicaciones, ni por supuesto, -aunque no se me ocurriría en la vida-, pedírselas yo.



Dicho esto, llevo bastante tiempo buscando el equilibrio entre la sinceridad y conservar una amistad y la verdad es que no lo encuentro, pero dicen que existe -(como los novios buenos)-. Me quiero esforzar en desmontar el refrán “quién dice las verdades pierde las amistades” pero para ello, además de adeptos me faltan argumentos.



Existe una delgada línea entre ser sincer@ y ser maleducad@, se trata de una frontera muy fácil de cruzar, demasiado sutil. Puesto que conmigo hay no pocas amistades que han cruzado esta línea en no pocas ocasiones, supongo que yo también lo habré hecho porque me equivoco constantemente, pese a que la educación y el respeto no deberían perderse nunca. Recuerdo a bote pronto, el caso concreto de una amiga que me dijo en mi cara justo al año después de romper una relación de siete años: “necesito vacaciones de ti porque siempre estás mal y me agotas” yo en primer lugar valoré su llamada “sinceridad” para ella y llamada mala educación para mí, porque considero una virtud ser sincero y luego, le di vacaciones a perpetuidad como es obvio...



Desde hace más de un año y últimamente lo veo más, vengo observando algo que no quería creer ni practicar, no se puede ser sincero con todo el mundo. O tal vez se puede con el consiguiente riesgo de quedarte con la única compañía de tu sinceridad y, si bien no es que eso sea poco, creo que no basta, porque la amistad es algo que da color a la vida.



A todo el mundo le gusta escuchar verdades que le son favorables pero ¿y las que no? Eso no gusta porque son las estigmatizadas criticas.



Suele ocurrirme con frecuencia que debido a mi personalidad decidida cuando ha habido que decirle a alguien algo que no iba a ser de su gusto (me refiero a una persona de un grupo de amigos) y que por tanto, no era fácil de decir porque había que tener la típica charla incómoda, la mayoría me han empujado a mí a hacerlo. Siendo de esta forma siempre yo “la mala de la película” mientras que los demás opinando y diciendo lo mismo, resultó que les gustaban las habladurías como a mí las caricias, por la espalda. Así que l@s fals@s quedaron impunes y les brotó una aureola sobre sus falsas cabezas de buen@s amig@s, me ha pasado toda la vida... Convengamos que tampoco hace falta que me empujen mucho a decirle a alguien -(con quién tengo amistad obvio)- que “le están pintando pajaritos en el aire” o algo similar... No hace falta que nadie me insista en ello porque procuro ser clara y sincera con la gente a la que quiero. Son rasgos de mi personalidad que entre mis millones de defectos considero virtudes y espero recibir también claridad y sinceridad, que puede gustar más o menos, pero actúo conforme a lo que creo porque de todos modos los demás siempre van a criticar. Y las peores criticas que soporto son las que me hago a mí misma.En serio, los que creen que soy dura con los demás, no sabéis lo que hago conmigo...



La desagradable lección que he aprendido es que si quieres conservar amistades has de callarte, tengo intención de abandonar Mallorca pronto y por lo que me queda de estar en el convento, callaré dentro. Como me dijo ayer una antigua compañera de Bachiller, a veces hay que sacar a Maquiavelo a pasear... 

La mayoría opina que con el silencio se guarda más respeto y se hace un bien mayor. Pero yo cada vez que callo me estoy dando una patada en todos mis principios porque pienso justo lo contrario; si tienes un verdadero sentimiento de amistad con alguien y ese alguien está enloqueciendo con un tema -vamos, que se le está yendo de las manos como prendas a euro en un mercadillo- y además está poniendo en riesgo su integridad física o psíquica, -(me ha pasado y me está pasando con amig@s)- ¿realmente hago un favor callando y observando desde la grada? ¿De verdad debo -éticamente- callarme? ¿en serio estoy siendo mejor persona y mejor amiga de alguien por hacer la esfinge?



Si hablo, al menos estoy en paz conmigo que no es poco, no me quedé impertérrita mientras él o ella: enloquecía por un amor, se obsesionaba con alguien con el cual sólo ha compartido tres coitos, se daba a la bebida, se daba a la droga, tenía un novio o novia maltratador, se quería creer una relación de mentira, estaba en una espiral de vida autodestructiva y/o depresiva... (Escriba aquí el motivo que sea). Luego en este mismo sentido, si callo siento que estoy siendo cómplice y participando de la enajenación colectiva o individual.



Considero también que si en el pasado fui buena -(o única incluso)- candidata para participar de los sinsabores de la vida de mis amistades y para realizar rescates a cualquier hora del día o de la noche; tengo derecho, por salud mental, a opinar sobre si el amigo o amiga en cuestión va en la misma dirección errada que otras veces. Y si no consideran mis amig@s que puedo opinar y pretenden hacer monólogos en mi presencia que avisen y me pido una copa para amenizar el trago...

Como decía una persona de cuyo nombre no quiero acordarme; “desde el cariño y el respeto”, no me lo contéis si no queréis mi opinión o avisadme de que se trata de un monólogo, de nada.

Por mi parte, aunque me lo quieran volver a contar y me lo cuenten, ya he aprendido la lección de no escuchar hasta las 3 de la madrugada, por ejemplo, a quién sólo me parasita y que cuando le digo; “que no, que no vas bien, que otra vez vas contra la pared” resulta que, “le estoy faltando al respeto” porque yo digo las cosas muy mal. (Normalmente ocurre que no es que yo, o quién sea, diga las cosas mal, es que no nos gusta lo que nos dicen, a mí me ha pasado con gente que me ha dicho lo que no quería escuchar). A esa gente a la que “le digo las cosas mal” (y que como sabemos lo que ocurre es que no les gusta el contenido) la dejaré con su “enajenación”, no puedo hacer más ni quiero.

Para terminar, la gente llama sinceridad a aquello que sí quieren escuchar, pero respecto a lo que no quieren, lo llaman "falta de respeto" a sus sentimientos.



Yo lo llamo hipocresía; respeto más una verdad mal dicha que una mentira muy bien maquillada con regalarme los oídos o callar. Quién me dice la verdad (aunque sea mal dicha) está siendo auténtico, es en principio honesto y lo hace -normalmente- con su mejor intención, (aunque no siempre acierte) pero eso me permite ver aunque me reviente lo que me diga, que no le doy igual, que no se queda como una esfinge con los ojos vacíos ante lo que comparto. Sin embargo, quién calla o me miente -en mi discutible opinión- no respeta en absoluto mis sentimientos, interpreta un papel para ganarse mi lealtad, mi amistad y mi afecto falsamente y yo no concibo nada más irrespetuoso para con mis sentimientos que darme la callada por respuesta ni que escuchar lo que quiero que me digan y no lo que piensan quiénes me quieren.



La conclusión a la que he llegado entre el “hablar ahora o callar para siempre” con las amistades es simple, pero conclusión no significa que sepa al 100 % como gestionar esto. Ya no soy la misma persona que hace año y medio y por lo tanto ni me sirven, ni me llenan las mismas cosas. Significa que cada vez tengo menos en común con la gente de mi pasado. He cambiado en mi relación conmigo misma. Afortunadamente ahora me respeto por lo que es tiempo de cambios externos como los internos que llevo haciendo en este tiempo. Es tiempo de reciclar amistades o decir “adiós amig@, tal vez en otro momento volvamos a vernos” pero lo que no voy a hacer es volver atrás, a mi “yo” anterior, porque aunque quisiera -y no es el caso-, no puedo, puesto que afortunadamente para mí, no soy la misma persona y tengo más paz de la que he tenido en mi vida.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Sobre los refugios y el deporte

       Estaba sobre la máquina elíptica y pese a que el sonido del mp3 llenaba mi cabeza con música que incitaba a todo menos a pensar, la mente siempre sigue sus propios derroteros.

Entonces pasó una chica, unos 22 años, una mujercita de esas con mucho estilo, un estilo que trasciende las lindes de ir al gimnasio con ropa deportiva, llevaba unos leggins de estampado étnico como hechos para ella, y unas zapatillas negras de deporte, similares a las tipo Victoria, muy especiales, jamás vi a ninguna chica con unas iguales en el tiempo que llevo yendo al gimnasio. Melena larga y negra, piel cetrina, no pasaba desapercibida. Llevaba unas gafas de sol wayfarer colgadas del escote de la camiseta.

Me gustan esas gafas en bastantes personas menos en mí. Los años que hace que vivo conmigo misma y como me cuesta aceptarme del todo físicamente... Pero no es eso, es que a mí no me quedan bien, tengo cara de luna llena, nunca menguante... Siempre la he tenido. Es curioso lo bien que quedan esas gafas de sol a los hombres de mediana edad. Siempre me han parecido gafas de padre. El padre de Tessa las tiene y le quedan de cine. Me pregunto como les quedarían a los padres de jóvenes, mi padre estaba guapísimo con las wayfarer, le quedaban sorprendentemente bien ¿debió de tener esas gafas de sol de joven o el modelo aviador?, ¿tenía gafas de sol de joven? ¿las usaba? Entonces entra la imagen de él en la óptica, mientras mi hermana se probaba las trigésimo cuartas gafas sin decidirse, él se probó las wayfarer mientras yo le decía que eran el último grito, que estábamos copiando a su generación en los estilismos. Hizo un gesto gracioso, una payasada típica de mi padre para indicarnos que estaba posando con las gafas de sol, no pude evitar decirle lo guapo que estaba. Recuerdo la vergüenza que le daba que le dijeran algo así, era bajito, motivo por el cual nunca se sintió guapo, como si eso estuviera reñido con la belleza... Las gafas le quedaban muy bien, mi hermana y yo estábamos tan convencidas que le insistimos en que se las comprara pero él , como siempre, sólo quería caprichos para nosotras no para sí, me preguntó si las quería yo... Pudimos habérselas regalado, a finales de este mes sería su cumpleaños, ahora ya es tarde. Siempre haciendo el payaso, era muy gracioso.


        Recuerdo seguidamente que en el hospital cuando le dieron la primera sesión de quimioterapia, se dio un tirón en el pelo cuando le quitaron la vía, -(comprobando si ya se le empezaba a caer, pero justo acababan de darle la primera quimio)-. Yo le pregunté, que si se le caía el pelo a ver si querría pañuelo o peluca. No por quedarse calvo, sabía que eso no le importaba, no era presumido. Pero pensé que tendría frío en la cabeza. Él, ni corto ni perezoso, cogió una toalla que había sobre la cama, se la enrolló en la cabeza y me dijo: "yo con esto y unas frutas encima a lo Celia Cruz" y puso los brazos en cruz imitando el recurrente paso de baile salsero de agitar hombros y pecho...


Se ha perdido tantas cosas...


        Voy a llorar, pero estoy en el gimnasio por la tarde, hay mucha gente y buena luz, verán que lloro sobre la elíptica. Como tengo un nudo en la garganta empiezo a pedalear como si no hubiera un mañana, llego a las 175 pulsaciones por minuto y me quedo ahí reprimiendo el llanto, pensando en por qué he ido al gimnasio esa tarde, repitiéndome que si sigo pedaleando estaré bien, que luego voy a danza africana, que me encantan las trenzas de mi profesora y su sonrisa de boca grande. Y pienso en la sonrisa de mi padre con la toalla en la cabeza, en una habitación de hospital, al final de su vida, al principio de su muerte, pero pedaleo más rápido para no llorar, para calmar la ansiedad. Pienso que luego iré a bailar hip hop que la música me gusta, que me encanta, que no tengo ni puñetera idea de bailar, pero allí me siento bien y formo parte de un grupo de personas. Somos mucha gente y todos escuchando la misma música, todos bailando a un mismo son. Quiero irme a casa pero me recuerdo por qué he ido al gimnasio. Pienso en Million Dollar Baby, siempre pienso en esa escena de la película cuando no puedo más en el gimnasio, sentí mucha empatía con ese momento.

“[...]Mi padre murió y mi madre pesa 142 kilos, si pensara con claridad volvería a casa, me buscaría una caravana y me compraría una freidora y galletas. El problema es que sólo me siento bien con esto, si soy demasiado mayor ya no me queda nada, ¿es suficiente realidad?”

     Quiero irme a casa pero no debo, hoy me he prometido tres clases, mi lado salvaje pide venganza por la muerte de mi padre, pide expresión física, los ritmos negros de danza africana me sintonizan con mi lado salvaje, esa música tiene un efecto de comprensión sobre mis emociones que me lo dan muy pocas cosas y personas, tengo que ir a esa clase o me daré a las fresas con chocolate en casa y a pensar en lo puta que es la vida por quitarme a mi padre mientras mi madre ronca dos paredes más arriba que en la que yo engullo fresas en bata y pijama. Me repito que no hay soluciones fáciles a problemas difíciles y que el movimiento lo estoy demostrando andando. Una parte de mí, la gruñona Rotenmeyer, me dice que de todos modos de nada sirve lo que hago en el gimnasio, que mi padre está muerto, que la vida es una mierda... Pero la otra sigue a 175 pulsaciones y no piensa dar tregua. Además voy a ir a danza africana y además luego a bailar hip hop. He hecho cosas más difíciles que resistir a llorar en el gimnasio, mucho más. Llevo 55 minutos corriendo sobre la elíptica he notado que la chica de al lado me miraba pasmada tratando de disimular, también un joven que hacía abdominales llevaba un rato mirándome...


    Me voy a danza africana y lo doy todo pese a que estoy cansada, deprimida, nerviosa, inquieta por mis pensamientos. No tengo ganas pero estoy sonriendo, me sale solo, ¿será verdad lo que dicen de las endorfinas? Segunda clase superada, aun quiero irme a casa. Nadie se puede imaginar como me siento ni entenderlo, no hay mucha gente de mi edad sin padre y con una madre que salvar, es una situación que ocurre a los cuarenta o cincuenta. Por eso mi hermana acostumbra a llamarme vieja.


Va a empezar la tercera clase, la haré y me iré a dormir, no quiero saber que el mundo existe sin él.

Entonces entra un aluvión de gente en la sala, mucha más que habitualmente. Voy a hacer algo nuevo, me voy a poner en primera fila. Me da vergüenza, en primera fila todo el mundo puede observarme, observar mi cuerpo y sus defectos, tengo el espejo delante. Los espejos son los enemigos de las personas que no nos aceptamos, me cuesta enfrentarme a los espejos, y en el gimnasio más. Pero voy a aumentar la dificultad del momento y a aguantar el tipo en primera fila. Mi Rotenmeyer interior me recuerda que bailo arrítmicamente, que no tengo ningún talento ni estilo para el baile, que no es lo mío y que en primera fila todo el mundo me verá errando mientras bailo. “Igual hasta se ríen de ti, mejor vete atrás” me espeta. Yo paso de ella, estoy tan triste que ya ni me duele que me recuerde que soy un pato mareado bailando.

Están entrando todos los profesores de baile en la sala, la de africana que ya estaba dentro, el de hip hop, la de moderno, la de danza oriental y bollywood...

-Oye perdona ¿hay alguna clase especial y yo no me he enterado?-le pregunto a la chica de detrás mía.

-Sí, hoy es la master class de zumba.

“No vas a resistir, no has hecho zumba en la vida. No te vas a sentir mejor por quedarte. Vete a casa, no vas a estar más guapa ni esbelta por quedarte. Siempre serás graciosa, no pidas más. Por lo menos ten vergüenza y vete atrás para que nadie te vea, delante se ponen los que saben y las guapas que hacen de un grácil movimiento de brazo un paso sexy”.


Mi mitad sana piensa en irse a casa también, Rotenmeyer la está tratando de contagiar, me teletransporto, en casa estará todo por hacer, todo como lo dejé. Estará todo oscuro, se oirá el televisor, mi madre estará en la butaca roncando, da igual que sean casi las ocho de la tarde... Entonces me dice: “¿te vas a ir a casa para ver eso?, esto es una nueva experiencia ¿por qué no la pruebas y luego ya me dices que no puedes y que no te gusta?”. Le doy la razón a mi parte sana y mando a Rotenmeyer a rezar el rosario un rato, con su chal de lana y su moño.


Observo en rededor, somos mucha gente, espero que no me miren, todos disfrutando de la misma música; una música que invita al movimiento, a bailar, al ritmo, a sentirse vivo. Los profesores están animando a toda la clase llevando la batuta del baile. Me sorprendo de captar casi todos los pasos y poder reproducirlos, para mí es importante porque no me he marchado, me he quedado y me he atrevido a colocarme en primera fila; el lugar de las guapas y los/as que saben de qué va la clase en cuestión. Pienso menos en mi padre, motivo por el cual prefiero las clases dirigidas a dedicarme a pensar en la sala de máquinas.

      Me siento muy bien de repente y estoy tan agradecida de sentirme así por fin que me emociono y se me saltan las lágrimas pero sigo bailando porque llorar en público aunque ahora sea de alegría, no me gusta.


    ¡Bien! un día más lo he logrado, al menos me queda eso para mí, si me hubiera ido a casa, si hubiera cedido a Rotenmeyer no habría podido participar de esa clase grupal de zumba, ni de las divertidas risas de mis profesores

He tapado la boca un día más a todos/as los que me insisten en que debería tomar antidepresivos o tranquilizantes. Es muy importante para mí no haber caído en las redes de los primeros, me siento muy orgullosa de sobrevivir sin ellos de haber sido fuerte para ir en contra de todos (familia incluída) los que me decían cosas tan constructivas como "si los tomaras ya te habrías licenciado". Me enorgullezco de no caer en la solución fácil al problema difícil. Un día más he hecho algo sano por mí y por mi cuerpo. Un día más no me he refugiado, en beber, fumar, comer, salir sin ganas, en un amor de pacotilla por no estar sola, en comprarme mucha ropa y calzado que no necesito u otros cuatro bolsos más y pastillas para dormir. Un día más he sido luchadora, fuerte y valiente y mañana más de lo mismo.



    Me siento feliz de no rimar tristeza con cerveza como antes, de ir contracorriente, de pelear por lo que creo que es enfrentarme a mis poderosos demonios y no caer en los refugios fáciles que conozco tan bien. Esos refugios que atrapan, que no te sueltan, que están muy cerca. Los conozco bien me quedé unos años en ellos y cada día, cuando hago deporte pienso en “million dollar baby”, pienso en por qué no voy a volver a esos falsos refugios. Para la tristeza no tomo prozac, ni valium, ni diazepan. Tampoco soy de esa gente de “bueno, solo es media pastilla” y eso es importante para mí. ¡NO! Ni una pastilla ni media para reír químicamente, quiero hacer este camino nítidamente, en lo bueno y en lo malo. ¿Qué pasa por arrojarse al suelo a llorar el luto y gritar por qué puta jugada del destino mi padre no está más en el mundo? No pasa nada, hay que ser valiente para romperse así literalmente y recomponerse sin ayuda química, eso quiero hacer y eso hago.



Para la tristeza tomo tres raciones de gimnasio. Mucha gente me dice “es que yo no tengo tiempo” pero “quien quiere hacer algo encuentra el medio, quien no quiere hacer nada siempre encontrará excusas”. Es un paso difícil el del deporte, yo me negué muchos años a darlo, siempre encontraba excusas. Es la solución difícil, la que al principio da pereza, pero cuando me atreví a cruzar eso y traspasar la pereza, las excusas y de refugiarme en; "es que no tengo ganas de hacer nada” encontré un aliado para no sucumbir al extendido consumo de “happy pills”-(pastillas de la felicidad para los que somos de la LOGSE). Mi aliado el deporte es el mejor refugio que he encontrado y no daña mi salud ni mi economía como los demás. Me ayuda a luchar por ser feliz al natural.