lunes, 22 de julio de 2013

Desaprender a "amar"

     Me quedo muerta en la bañera y ojiplática cuando escucho a chicas de mi edad -(26)- narrar las mieles de vestir a sus parejas cada mañana y lo que debe y no debe hacer una mujer en convivencia con un hombre.

     Observo como un narrador omnisciente y escucho cosas como: “la clave está en colocarle las camisas en el orden que quieras que se las ponga porque él siempre va a coger la primera del montón”. “Este año ha sido muy difícil para los dos como pareja, me ha dejado tres veces... Pero ahora nos hemos ido a vivir juntos y todo va bien”.“Él me necesita, no tiene madre y por eso me tiene tan celosa”.

De entre lo más sórdido destaca sin duda, que aún en el siglo XXI, en este año 2013, escucho decir a chicas en la veintena cosas como; “si me hubiera quedado embarazada el mes pasado él no me habría dejado” y frases como “si él me deja me muero, no saldré adelante”. No cejo en mi afán de observar y escuchar, veo el triunfo machista, el triunfo del patriarcado. Veo que estas mujeres que escucho, porque también me enseñan muchas cosas y me recuerdan quien he sido toda mi vida hasta hace dos años, son felices -o al menos creen serlo y yo debo respetar eso, pero no me gusta nada-. Sé que son felices así. Llaman libertad a postergar el quedarse embarazadas y parir a los hijos de sus parejas en vez de a los 24 a los 26. Se vanaglorian del poder que ostentan en la pareja frenando a sus hombres en el afán de hacerlas concebir lo antes posible. Cuando se forma una pareja así: él necesita un hijo para sentirse más hombre, ella necesita un hijo para estar cada vez menos ocupada de sí misma -(mi humilde opinión).

Recibiendo esta (dolorosa) información externa pienso en las enseñanzas de Mikao Usui y en lo que tantas veces me repite mi Sensei de reiki: “sólo por hoy no me enfado”.

Pienso en lo que me dicen las mujeres que me rodean y creo que estoy más cerca cada día de haber conseguido no juzgar -o yo me siento menos juzgadora para con ellas-, pero aun me queda un largo camino por recorrer, aun debo -o pretendo- sentir más aceptación por la opción de vida de cada mujer en singular. Ya sé que toda mujer que ama demasiado se relaciona siempre con mujeres que aman demasiado, es algo inconsciente como la elección de sus parejas... Lo importante es tornar consciente esa elección.

Cuando las escucho en realidad no me enfado con ellas, me enfado conmigo misma porque aun no he conseguido perdonarme. Debo perdonarme por haberme creído una princesa Disney más. Una princesa Disney de las de antes, de las que eran capaces de morir para resucitar con un beso. Quiero seguir luchando para ser como Mérida la primera de la que espero sea la nueva generación de princesas Disney, esos son los cuentos que quiero contar a mis hijas -de todos modos gracias a Mulan por abrir la veda y salir a pelear ahí fuera sin esperar a ser rescatada-.

Debo perdonarme por haberme creído encontrar al Príncipe y haber repetido este error no una, sino cuatro veces. Debo perdonarme por haberme creído que mi hito de vida y mi misión en el Universo era ser la novia/esposa de y formar una familia. ¡Qué felicidad habría creído alcanzar! Convivir en pareja era un sueño para mí que nunca logré, soñaba con convivir con cualquier pareja. Mi yo inconciente pensaba: “él me quiere y yo quiero que quien sea me quiera” -esa era yo-. “Tan poco me quiero que si él -(quien sea)- me considera una pareja digna yo lo daré todo por serlo para él”. Desde luego también pensaba de igual forma inconsciente: “si él me deja yo habré fracasado, no habré conseguido que alguien me quiera, no habré logrado mi misión en el mundo”. “Cualquier mujer que consigue conservar una pareja es mejor que yo, ninguno se queda para siempre conmigo porque no soy lo bastante: (escriba aquí cualquier adjetivo)”...

Las comprendo muy bien a todas, yo habría sido feliz tan sólo cuatro años atrás; yéndome a convivir en pareja a cualquier piso, choza o cabaña en un árbol. Durmiendo siempre acompañada, desnuda y abrazada al presunto amor de mi vida, haciendo el amor en cada habitación para estrenar nuestro nido conyugal, eligiendo las camisas que le he planchado para ir al trabajo y peleando con uñas y dientes por una relación que me destruía no ya como mujer sino como ser humano. A fin de cuentas, he sido una mujer que ama demasiado mentiría si no me reconociera en todo eso. Por desgracia y con tristeza, puedo decir lo feliz que me hacía planchar, cocinar, coser, lavar y ser sobre todo la terapeuta de mis novios. Recuerdo con humillación que una de las cosas que más feliz me hacía era cuidarles cuando estaban enfermos... Me hacía sentir útil y querida que contaran conmigo para algo tan estúpido como una gripe, yo creía que eso era amor, ese era el amor que yo había aprendido y que por supuesto puede ser desaprendido. Por suerte, tomé conciencia de todo esto y ya nunca más será así, o no al menos en tal grado pues estas cosas llevan su tiempo...

Conozco la -(falsa)- sensación de poder y valía que me otorgaban tales cometidos parejiles. Conozco la frustración y el dolor de no poder seguir en ese rol de la perfecta santa-madre-esposa, nada menos que en mi rol en el mundo. Sé lo duro que es querer estar con alguien a pesar de los cuernos, a pesar de la violencia verbal, a pesar de destruirme para hacerme a su gusto y lo pulverizado que se queda el corazón cuando aun haciendo todo eso, aun convirtiéndote en todo lo que él pide; resulta que no, que te sigue poniendo los cuernos. Resulta que no, que se va con la otra. Entonces te sale un Game Over en la pantalla y sientes que con el próximo irá bien y todo el mundo te dirá que eras una novia maravillosa, que sólo ha sido mala suerte...

Ahora que no me enfado tanto pero aun me falta una gran dosis de aceptación del derecho de todo individuo (especialmente mujer) a destruir su propia vida cómo y con quién le plazca. Ahora escucho, observo y me conozco más. Me reconozco en las conductas femeninas que observo en mi entorno y en las consignas que gustan tanto repetirse para retroalimentarse entre ellas, consignas lapidarias como: “he aprendido que en pareja hay que aguantar porque sino lo pierdes”. Consignas que ahora que yo estoy mejor me repiten para que vuelva a ese estado: “¿a qué esperas para tener un novio? Si te acostumbras porque estás bien así ya te quedarás así siempre, tenemos una edad...”
Lo reconozco todo porque he sido así, soy feliz de no ser así ya. Reitero que mi antiguo enfado hacia las mujeres que he descrito es sólo contra mí. Quiero aceptar que sois felices así, lo seguiré intentando...

Sé que de un blog nadie aprende nada porque todo nos lo enseña la Vida si debe hacerlo, pero sólo quiero que quede escrito esto; no sabéis lo que duele, no sabéis la vergüenza ni el dolor que se siente cuando se toma verdadera conciencia y se hace un trabajo de introspección profundo y observas y aprendes que se siente el amor así cuando nunca te has querido porque crees en el fondo, aunque no se lo digas a nadie, que no eres digna de amor. No os imagináis la vergüenza ni el dolor que se siente cuando todos tus esfuerzos radican en no ser abandonada y en estar con quien sea para demostrarte a ti misma que sí, que quien sea te quiere, pero no. Nunca te sentirás querida, siempre elegirás inconscientemente hombres que no te quieran...
Cuando asumes que nunca te has mirado ni ocupado de ti porque estabas demasiado preocupada y ocupada por el hecho de encontrar pareja empiezas a construir tu libertad (mi opinión). Cuando caes en la cuenta de que todos los años que has sufrido para lograr el amor de un hombre los has perdido y no vuelven más, el dolor es infinito y por eso prefería enfadarme, porque no sabéis lo humillante y doloroso que ha sido y que en menor medida está siendo.

Quiero decirlo sin pena, pero hoy no puedo porque a veces me siento muy sola en este camino, pero me sigue valiendo la pena; en el año 2013 una mujer puede llevar una vida muy distinta a la de nuestras tatarabuelas si lo desea.
La vida es corta, el mundo es ancho y grande y hay siete continentes en él que me gustaría visitar -si puedo-, antes de morir, sólo me arrepiento de los años que he desperdiciado esperando a que cualquier hombre que se cruzara en mi camino me quisiera en lugar de vivir mi propia vida. No deseo que ninguna tenga que pasar nunca por esta desagradable sensación.

Mi libertad me hace feliz, os invito a probarla si queréis.

1 comentarios:

Lucía dijo...

Julieta. Me sentí representada en tus palabras. Muchos años de mi vida los dediqué a que me quisieran, a idolatrar a mi pareja pq en el fondo, no me creía digna de amor. Y me sometí a todo, a cambiar todo, a soportar todo. Me desdibujé, aunque creo que nunca estuve dibujada del todo, pq siempre, desde que entré en la adolescencia estoy en la persecución del amor. Es así. Es hoy después del fracaso matrimonial que me doy cuenta de todas estas cosas pero ya se me pasó el enojo. Creo que si no hice algo mejor para mi misma es que no sabía como hacerlo. Esa necesidad de "arreglar" mi vida, y en la angustia que esto te produce, creer que encontrar a ese salvador al cual podés entregar tu vida es el fin último, la solución a todo.
Yo soy indulgente conmigo misma, me miro con ternura. Esto también es nuevo para mí. Mucho tiempo me he dedicado a reprocharme los errores. Antes por no ser perfecta y digna de amor y luego reprocharme por perseguir esos objetivos obsesivamente. Ahora trato de no hacerlo, estoy tratando de cambiar esa conducta de criticarme con tanta severidad.
Y mirar el mundo nuevo que se me ha abierto. Soy joven. Y tengo experiencia. Trato de usarla. Y me sigo buscando, dibujandome, siento que en estos años me construí, sobre los cimientos de lo que era cuando era una niña. Mucho más segura de sí misma que la mujer que fuí después. Tuve un paréntesis.
A veces me alegro de todo lo que pasé. Me siento tan bien. Sobreviví pero mi esencia sigue intacta.
Y no renuncié al amor, sólo que ahora tiene otra definición para mi, más conectado con mis necesidades y con mi placer.
UN ABRAZO

Publicar un comentario