domingo, 11 de agosto de 2013

Nosotros

Hace poco cuando volvía a casa vi a una pareja cenando por el barrio, en una hamburguesería muy cercana a donde vivo.



Había algo en ellos que me recordó a aquel antiguo nosotros. Se veía que eran muy amigos, hacían manitas y conversaban animadamente, ella llevaba gafas y flequillo él era bajito.



Nosotros solíamos hacer esas cosas, como todo el mundo porque al final tener pareja es poco original, aunque muy bonito -si es para estar mejor-.



Esta cotidiana imagen me hizo pensar algo profundo, algo que me ha costado casi cinco años comprender. La Vida tiene extrañas y muy diversas formas de demostrarnos nuestro camino, el mío no era quedarme haciendo manitas con él en una hamburguesería cercana al barrio...



Poco antes de morir su madre, rompí literalmante la carta de admisión de la Universidad de Oviedo porque yo sentía que mi sitio era y estaba aquí con él y me quedé, él me necesitaba y mi vida podía esperar, yo sentía que todo era en plural, que era nuestro, yo quería nuestra vida juntos y que los dos, nosotros, nos fuéramos juntos cuando él estuviera bien, como siempre quisimos los dos. Quería ser como siempre los dos mientras todo cambiaba, incluso cuando la muerte ya cambiaba cosas... Hice caso omiso de esa señal que me indicaba que me admitían en otro sitio desconocido, a esa señal que me decía; “sí, allí hay una nueva vida que si quieres puedes vivir”.



Cuando murió su madre, él decidió prescindir de mí y buscarse inmediatamente una novia de sustitución -cosas que pasan-. Yo decidí darme a la bebida, a salir por las noches y a la comida. Aún estaba conociendo el dolor, aun me quedaba mucho que aprender.

Lo perdí todo, perdí todo lo que conocía, incluso a mí misma. A su familia y nuestros amigos desde hacía muchos años, desde toda mi juventud. Fui más que generosa en esa divorcio. En todas las rupturas se pierde, y el que quiere más siempre pierde más.-Mi humilde opinión-.



Entonces pasaron dos dolorosos años en los que sentía que mi vida ya no sería la misma y que nunca más sería feliz, que todo aquello no podía ser. Me quedé en el muelle de San Blas esperando a que él recordara quiénes éramos nosotros. Esperé a que él recordara nuestra historia porque la historia pesa -mientras él estaba con la otra claro-. No aceptaba que él ya no sabía quien era yo y que poco le importaba el camino de destrucción personal que yo había elegido libremente -(aunque con muy fuertes condicionantes)- cada uno elige como gestionar su dolor, es peligroso enfrascarse en ser la víctima, aunque, si bien es respetable. Por difícil que fuera mi situación, pude hacerlo de otro modo y no lo hice, es importante aprender que somos los principales responsables de nuestro sufrimiento porque el dolor es inevitable pero el sufrimiento auto-infligido es absolutamente opcional. -Mi humilde opinión-. De nuevo ignoré las señales que me demostraban que aquí sólo había pérdida y dolor, lo ignoré todo porque estaba muy ocupada esperándole. Siempre creí que él volvería, tan poco me quería a mí misma que iba a esperarle siempre... -En esa época si buscabas "negación" en el diccionario aparecía mi foto junto al sustantivo...



Entonces, dos años después de ocurrirme el que yo consideraba el peor trauma de mi vida que fue hasta esa fecha que después de siete años alguien me mandara a hacer puñetas y se fuera con otra en mi cara y perder a todos nuestros amigos y su familia a la que yo quería como propia; mi padre murió de cáncer en un mes. No me atrevo a escribir que esto ha sido de verdad lo peor que me ha pasado en la vida porque he aprendido que la Vida misma te sorprende y siempre puede pasar algo peor -o mejor-. Sólo puedo decir que al morir mi padre me quedó todavía más claro qué eran la pérdida, el dolor y sus matices. Entonces me digné a escuchar esa señal que me mostraba que aquí sólo había pérdida y dolor, esa voz que me decía “vete y vive, la vida no espera por nadie ni por el amor, ni por nadie”. ¿Pero cómo iba a dejar a mi madre y a mi hermana solas? Tampoco había terminado la carrera, me quedé aquí sabiendo que debía irme... Me quedé por comodidad y cobardía, por generosidad y por amor. Puse música clásica y dejé mi vida en espera. Yo sentía que aun tenía cosas que hacer aquí. Me quedé, pero me iba a quedar manteniéndome muy atenta a todo lo que la vida quisiera mostrarme.



Desde ese momento de clarividencia al morir mi padre todo lo negativo y positivo que me ha ocurrido me ha demostrado que debo volar lejos de aquí.

Puede sonar estúpido o parecerlo, pero esa pareja, esa regresión a ese pasado al que yo me he aferrado no pocos años y que tanto sufrimiento me ha causado. Eso, me ha demostrado que mi destino no era aquel que yo tanto anhelaba. ¡Qué rabia me daba la gente positiva que me decía: “eso es que la vida te depara algo mejor, no te resistas y fluye con el presente”! Pienso que lo mejor de haber vivido en el muelle de San Blas es haberlo dejado y haber aprendido algo de esa experiencia y creo que lo he hecho.



Al verlos me trasladé al pasado, habría seguido todo igual. Seríamos nosotros comiendo la hamburguesa con patatas de siempre, entre su barrio y el mío. Con nuestras familias a veces, todos juntos. Siempre juntos sin volar. Con los amigos de siempre, yo seguiría fumando y sin hacer deporte. Mantendría esas relaciones de amistad que no me llenaban de verdad. Nunca me habría ido sola a vivir al extranjero, pero con él seguro...


Esa pareja estaba allí cenando una hamburguesa para demostrarme lo que la Vida ya me dijo hace casi cinco años. “Este no es tu sitio: sal, vive, vuela libre”.

0 comentarios:

Publicar un comentario