lunes, 9 de diciembre de 2013

Hipatia

No sé si alguien vio hace unos años la película “Ágora” de Alejandro Amenábar. Pese a que dicen los entendidos que ésta pisotea la historia deliberadamente, me gustó mucho y ayer mismo recordé al personaje de Hipatia.

Como sabéis, Hipatia ha sido aclamada desde antiguo por movimientos feministas como un ejemplo de mujer hecha a sí misma, luchadora e inteligente, entregada a la enseñanza y el pensamiento, e incluso liberada sexualmente (de lo cual no hay datos históricos de rigor).

Ayer, por circunstancias del corazón y de la vida londinense recordé, como persona no entendida en el tema que soy, la película. Más concretamente la muerte de Hipatia y cómo uno de sus discípulos -(yo creo que enamorado de ella)- la asfixia porque sabe que un tumulto de cristianos enfurecidos van a lapidarla hasta la muerte. Simplemente me parece el momento de mayor carga dramática, ella acepta su muerte cierra los ojos lentamente dando a entender que ha entendido que es mejor morir así que lapidada. No me sorprende en absoluto la aceptación de su propia muerte, sin duda era una mente brillante y portentosa la que ostentaba.

Esta muerte me llevó a reflexionar algo que habitualmente digo a mis amistades y a mí misma en temas del corazón. “¿Qué prefieres: la muerte o la agonía?”

Al principio, cuando conocemos a alguien, como ya he dicho otras veces, se nos muestra el/la otrx en todo su esplendor -y oscuridad-, sólo hay que mantener los ojos bien abiertos y ser sincerx con unx mismx. Pero no pongáis esa cara de alivio que parece fácil pero a la hora de la verdad, el corazón nos juega malas pasadas. De esta forma, si no es valiente cuando le conoces, no lo será y si no te pregunta por tus cosas ya desde el principio, no esperes que lo haga movido por el clásico “deus ex machina”; el amor. Le gusta hablar de él y no de ti (alarma), no te está engañando lo está mostrando abiertamente y te lo está demostrando no incurriendo nunca ni por accidente en la consideración de preguntarte cómo estás o de pensar que alomejor estás absolutamente agotada y que mueres por dormir, pero claro, "pobrecito (otra alarma) está muy triste y ha tenido un día horrible, ¿y tú qué? tú sin embargo puedes con todx porque eres Harry Potter (sal corriendo).

En cualquier caso, la responsabilidad es de una misma, cuando en lugar de escucharnos a nosotras mismas y decirnos en un alarde de sinceridad “estoy muy cansada, (y haciendo el idiota muy bien) primero yo (mi bienestar) y luego él” seguimos ahí, a las migajas, a las tantas de la noche, como un perro muerto de hambre a ver si así ve que soy más buena que las uvas con queso y me quiere para siempre jamás amén. No es culpa de que él sea egoísta o deje de serlo (decía mi padre que “cada uno es como es y bastante desgracia tiene"). Es responsabilidad nuestra prostituirnos emocionalmente con premeditación y alevosía. Él no tiene la culpa porque somos dueñas de nuestra vida y podemos elegir quedarnos a las migajas por si caen, o pensar más en nosotras y valorarnos. Esto es, la muerte o la agonía de la que hablaba antes.

Aún así, a menudo la falta de afecto, el aburrimiento o la necesidad de creer que sí, que por qué no, que tal vez es hora ya de abrir el corazón y rezumar corazoncitos rosas y rojos correteando por una verde pradera... Tal vez eso nos haga caer en el error de que cambiará. Pero nunca cambian nada -(salvo de novia y si eres tú, que los dioses te ayuden)- y a mi edad y con lo que llevo a las espaldas lo sé de más, pero da igual. De pronto estoy ahí otra vez, en el mismo juego en el que otro ha empezado la partida y claro... Yo estaba tan aburrida y sola que ya estábamos con el juegos reunidos. 


 
Tristemente (y no lo digo por dar ideas) los juegos del ego y estrategias de “ahora paso de ti para que me hagas caso" siempre funcionan de un modo u otro. Pero ya soy mayor para juegos, no quiero jugar, para tonterías me bastan las que me invento para hacerme reír. Me quiero más que para contentarme con alguien que me dedica su tiempo porque “ahora paso de él, ahora le hago caso”, valgo más que para mantener a alguien a mi lado suscitando su interés a golpe de estrategias infantiloides tales como no hablarle. Así que prefiero asfixiar todas las mariposas de mi estómago lentamente y ver cómo mueren. Elijo la asfixia de Hipatia para todo sentimiento que haya podido tener porque ya he muerto lapidada emocionalmente varias veces y no es un juego divertido, si quiere jugar creo que ya ha salido la Play Station 4.
Seamos inteligentes como Hipatia, aunque duela, nuestra dignidad lo merece.

1 comentarios:

Ester dijo...

Al terminar de leer tu post me he dicho: "¿pero esto no lo sabías ya?" Sí, pero he tenido que leerlo en un blog para recordarlo porque, lamentablemente, lo había olvidado. Genial post.
Saludos y gracias.

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