domingo, 1 de junio de 2014

Un gran amor

Llevábamos dos años juntos. Recuerdo cuando nos conocimos, eso siempre se recuerda. Un amigo suyo me dijo: "no hay otro como él, ahora mismo es el mejor que vas a encontrar. Sólo hay otro pero ya está prometido. Vale la pena que te arriesgues". Después me habló muy mal del anterior, pero eso no lo contaré.


No sabía qué hacer, estaba muy desengañada, me gustaba el otro, no quería uno nuevo por bueno que fuera. Yo seguía obcecada con solucionarlo con el anterior, pero no tenía arreglo.



Me lancé a lo nuevo como una suicida, sin saber adonde íbamos. Fuimos muy felices, o yo lo fui al menos, desde el primer día que llegó a mi vida. En él no había nada del anterior y eso es muy bueno a veces.

Me despertaba cada mañana sin quejarse, entendiendo que necesito una hora para estar en el mundo de forma consciente y durante esa hora me iba enseñando cosas que él sabía que me interesaban y se callaba las que no. Velaba mis mejores y mis peores caras sin juzgarlas como si las amase todas.



Vivimos juntos momentos maravillosos, emocionantes, dramáticos, aburridos... Nos emocionamos, reímos, temblamos, lloramos. Era imposible sentirme sola con él. Incluso perderme era imposible, complementaba perfectamente mi absoluta falta de orientación. 
Era lo último que veía cada madrugada y eso me gustaba mucho. Tan considerado fue que nunca se dormía antes que yo y tampoco se quejaba, como si todo el tiempo que estuviera en este mundo quisiera mirarme ¿puede haber algo más hermoso?



Nunca me decía que no, si quería algo y él podía proporcionármelo me lo daba. Me daba mucho y me pedía muy poco.

Juntos vimos otro país y conocimos otras personas nuevas. “Pero no te enamores”, me recordaba cuando yo necesitaba recordarlo. De todas formas lo hice un poco y él lo sabía. Entonces me acompañó también, sin juicio, expectante de mi próximo movimiento. Estuvo conmigo cuando todo eso se desmoronó y tuve que decir un adiós muy difícil. 
Me protegió para que él ya no me hicera daño sabiéndolo o sin saber. Pero no contento con eso, también me ayudó a reponerme y me dijo muchos “no te merece, ahora no lo ves pero te darás cuenta cuando estés fuerte otra vez”. “Siento lo que te hemos hecho cada madrugada y cada día...”-le dije como patética disculpa-. “No sé porqué no me di cuenta antes”-añadí-. Y me dijo muchas veces: “deja de exigirte tanto, esas cosas pasan lejos de casa, te echo mucho de menos, vuelve a casa conmigo, olvidemos esto”.



Entonces nos fugamos juntos y juntos se lo dijimos al mundo, así, a lo loco. Y alguien quiso hacerme daño en la huida, justo cuando estábamos tan cerca de ser libres jugando a Bonnie & Clyde y él se dejó herir para protegerme. En ese instante entendí que él haría absolutamente cualquier cosa por mí. “Amor, ¿estás herido? ¡Háblame!, no te duermas, ¡háblame!”-le supliqué. Pero él ya no estaba conmigo, había sido demasiado. Tenía esperanza en que se recuperara, era joven y fuerte, no podía dejarle morir así aunque fuera lo más fácil. Sólo quería que despertara para matarle con mis propias manos por lo que me había hecho pasar y sabía que él lo entendería. Dormí pegada a él como cada madrugada por si despertaba. Apenas caí dormida me desperté, por si acaso, para comprobar como estaba... Y seguía igual. Incluso él a veces, me había enseñado a ser paciente y a esperar una respuesta, pero no es mi virtud la paciencia...



A la mañana siguiente volvió como si nada. Parecía el mismo, pero no lo era ni yo tampoco. Nadie vuelve igual después de una experiencia así. Pero estábamos bien y juntos, pasamos el día en un parque, celebrando la vida, riendo, bebiendo cervezas, haciéndonos fotos con los naranjas, rosados y corales del atardecer. Ya quedaba poco para volver a casa, ambos debíamos resisitir.



Pronto vi que él hacía todo lo que podía, pero me decía cosas que yo no entendía aunque me esforzara. Estaba muy cansado y yo no tenía paciencia, pero era el mejor que había conocido con diferencia. Estar valorando eso ya me dio miedo. Sé que si comparas o piensas en otro algo va muy mal, pero no le dije nada. No se merecía mis dudas, después de todo, él siempre me dio lo mejor de sí mismo e hizo todo lo que pudo.



Algunos días sin previo aviso me dejaba sola y no podíamos ni hablar. Después volvía como si nada y él no lo recordaba, pero yo sí.

La semana pasada, se expresó muy claramente conmigo. Vi que algo estaba muy mal en él, le pedí que fuera fuerte una vez más y que aguantara, que buscaríamos ayuda. Yo sabía que había alguien que podía ayudarnos pero él no aguantó la espera y me dejó.

Al perderle me di cuenta de cuanto le necesitaba. Las mañanas y las madrugadas eran horribles sin él. ¡Cómo le he echado de menos! He pensado en él cada minuto y en todo lo que nos estábamos perdiendo por vivir juntos.

Caí en la cuenta de lo que me iba a costar reemplazarle y que además yo no quería. Me hacía falta él, no quería otro mejor, ni por supuesto peor; pero no tenía arreglo.



De todas formas -y sé que obrando mal- hice lo que mis ex; a los 4 días me busqué a otro, ni mejor ni peor, sólo menos costoso. Me servía para lo mismo aunque no fuera tan bueno como él. No luché por arreglar nada, fui como todos ellos. Me quedé con lo más fácil; lo nuevo.

Y fue así como me compré otro móvil.