lunes, 6 de octubre de 2014

Fugaz

He visto a Narciso bañarse desnudo en el Mediterráneo, sólo lo hizo porque había una ninfa dentro haciéndose la muerta como reclamo. Ella me odia, me lo ha dicho, sabe que hay algo que no ve y por eso se suicidará besándote. Te odio porque me importas muchísimo cuando haces eso de dejar que se te suiciden las ninfas contra tu boca. Murió, era tan mona esa criatura de cabello ensortijado...



Tengo un teléfono para no mirarte desnudo ni semi, pero me hablas en 3D y te sientas a mi lado. Se me empañan los ojos de la rabia. Parece que no puedo ignorarte muy fuerte esta noche porque choca con tu llamada de atención.



Sólo alcé la vista un segundo por encima de mi teléfono y lo aprovechaste bien. Claro, sabes bien cómo se hace. Llevabas puesto el cuerpo del delito que me esfuerzo por no cometer ni comerte la boca como en tu vida. No sé qué has -o te han- hecho pero tienes una herida muy fea en el centro del pecho. Sabes que soy una Targaryen si quiero y vienes a que te cauterice el corazón. Te echas a llorar porque sabes que eso es el porno que me gusta, no a ellas , a mí. Narciso no es hijo de Atenea pero a veces le adopta-pienso-. “Romeo decide morir” dijiste con toda tu boca, a conciencia, de cerca. Fue una suerte de hipnosis.



He perdido todos los manuales de psicología. Juro que guardaré silencio, esto no me está pasando, no me está pasando, no me está pasando. Hice todo lo que me pedías desde entonces. Dejar el móvil lo primero, de las taquicardias no hablaremos.



Eras tú el que lloraba pero yo moría de pena y te creí y me lloraba el corazón por dentro al verte, no espero que sepas qué es ese sentimiento. En alguna parte ardieron miles de libros sobre dependencia emocional y todas mis defensas mentales. Apenas pude salvar unos pergaminos, como en la biblioteca de Alejandría. ¿Qué sabe Narciso del fuego? No lo sé pero lo calcinaste casi todo. Fuiste letal. No sonaron las 3 alarmas que había puesto por si me dormía otra vez alguien como tú.



Señalaste al cielo y me dijiste que mirara, sonriendo mientras llorabas, pero fingías que no llorabas más y yo flotaba, cuando uno muere de amor flota, me ha pasado 158 veces contigo en cada sesenta segundos que me miras. La ninfa muerta nos mira pero me importa poco.



“Mira”-dijiste- y creaste un cielo estrellado, así, de la nada. Vi constelaciones que no conocía y te quedaban muy bien compitiendo con la belleza de tus ojos, pero no hay rival para ellos en ninguna galaxia.



Dijiste “osa menor” y mi niña interior reapareció de su eterno escondite. Se fue corriendo hacia ti, salió de mí y mi boca dibujó una O perfecta en consonancia con mis ojos. Se sentó en el suelo contigo y te abrazó la pierna, no pude frenarla ni verla salir corriendo hacia ti, recostó su cabecita en tu rodilla y yo abrí mucho el corazón. Nunca me había pasado, nunca se fiaba de ningún niño -¿quién puñetas es Narciso y cómo lo ha conseguido?-. Me empezó a nacer un miedo muy grande y le pusiste una mano en la coronilla y os quedásteis muy quietos. Estábais muy hermosos mirando al cielo, fue poco tiempo y tú no te acuerdas porque no es importante para ti.



No es importante para ti, no es importante para mí, no es importante para nadie. No es importante, no es importante. Nadie debe saber qué me está pasando, no me está pasando nada, no está pasando nada.



Me pareció que si fueras infinito serías espacio y que lo entendías. Te amé muy fuerte de ese modo instantáneo, brutal, sin defensas. Fuiste una estrella fugaz en esas constelaciones que me enseñaste. Pero lo peor no es que me las enseñaras, es que mi padre forme parte de y me hubiera hablado de ellas antes que tú de niña. Tocada en c7 y hundido mi portaaviones. Y no sé si a mi niña interior o a mí, pero me disparaste en la sien sin pensar y me nacieron mariposas y se quedaron a vivir en mi estómago y estoy segura de que lo sabes.



¿Quién es la ninfa muerta?



No fue el frío eras tú que me hiciste nacer erizos en todo mi cuerpo y me cerraste los ojos inevitablemente y nos abrazamos. No sé si el orden es importante.



No hay erizos, no hay erizos, no hay erizos. No ha pasado nada, se me han cerrado instintivamente por si me golpeaba con su hombro. No hay erizos, no hay nada. No ha pasado nada, no he sentido nada, no he sentido nada.



He tenido una sonrisa con un “gracias”. Tienes corazón y te lo he visto. No he visto nada, no he visto nada, no he visto nada. No me gusta, no me gusta. No se me ha clavado en ningún sitio, no se me ha clavado nada. Sólo estoy confundida por tenerlo todo tan claro.



Pero nos abrazamos y me habría quedado a vivir en ese abrazo nuestro unas cuantas vidas porque creo en almas que se abrazan y que nada es casualidad. Amé algo de ti y lo acepto, amé al hombre perfecto que se adueñó de ti a mi lado en ese momento, ese hombre que ya no existe. Tú mismo ya no existes ni yo tampoco. Y deseé que fueras feliz para siempre como fuera y por favor tienes que serlo. Antes de que tu cama fuera el Museo del Prado ya no era un reto para mí, yo quería tu corazón no una noche en el Museo y lo tuviste en ese instante pero se fue, fugazmente, tal y como llegó. No sabré si estuvo alguna vez lo que ya no existe. Si el tiempo no existe ese día empezó y acabó todo y en ese instante fue para siempre.


0 comentarios:

Publicar un comentario